CAPÍTULO 97. CUANDO ME BESAS
Palermo, Italia.
Un mes después.
Desde uno de los balcones del hermoso hotel estilo barroco en el que se encontraban Iñaki y Antonella observaban desde la penumbra, el bello panorama del mar mediterraneó, iluminado por la luz artificial del lugar. La chica, no pudo evitar derramar un par de lágrimas, al volver al país que la vio nacer y crecer y que tanto amaba.
—Grazie —murmuró completamente conmovida.
—Sabía que te morías por regresar a tu país. —Se acercó a ella y deslizó con calidez el dorso de su mano sobre una de sus mejillas.
—Mucho —expresó con nostalgia—, amo il mio paese —refirió con la voz fragmentada.
—Con Lisandro —se aclaró la garganta—, muerto y Bernardo Rinaldi en la cárcel, no hay nada que nos impida volver —Iñaki sonrió con ternura.
—La única que me preocupa es Sabina, me odia —mencionó con pesar.
—Por ella no tienes nada de qué preocuparte, ya habrá tiempo de que lo veas con tus propios ojos. —Recordó que también se encontraba recluida en una cárcel, y la ten