La Novia Prohibida del Mafioso
La Novia Prohibida del Mafioso
Por: Xinova Escritora
PREFACIO

Sicilia, Italia.

— ¡Tienes que hacer lo que te ordeno! —Lisandro Bianchi, la jaloneó por los brazos—. Tengo que unir fuerzas con otro grupo. Hay alguien que amenaza el territorio —gruñó colérico.  La fuerte música del jardín exterior, hizo que nadie de los invitados, escuchara la gran discusión que se estaba dando en el despacho de Bianchi.

Antonella Bianchi, sintió un fuerte pinchazo en su pecho, al escuchar los planes que tenía para ella. En los cuales no le estaba pidiendo su opinión, que era obvio, que no le importaba en lo más mínimo.

 Giró su rostro hacia el salón, donde se estaba ofreciendo una fiesta de bienvenida en su honor, ya que acababa de regresar de estudiar en el extranjero, durante cuatro años. Debido a que su padre era un hombre muy poderoso y peligroso. No pudo permanecer en París. 

Por lo que en cuanto finalizó sus estudios universitarios y le entregaron su diploma, Bianchi envió a que la buscaran y no tuvo más opción que volver a su cautiverio. 

—No pienso obedecerte —Antonella manifestó, soltándose de su agarre. Deseó poder frotarse los brazos, para mitigar el dolor, pero no estaba dispuesta a agachar la cabeza delante de él. Era algo que él mismo le había enseñado. — ¿Por qué no te casas tú? —cuestionó ladeando los labios y enfocó sus ojos con altivez en su padre. 

Lisandro la fulminó con la mirada, y en el acto le lanzó una bofetada.

 —Para mi desgracia, tu madre fue incapaz de darme un hijo varón, como deseaba. Solo me trajo deshonra y vergüenza—, pero contigo será diferente. ¡Harás lo que ordeno y punto! —La tomó por el cuello y la acercó a uno de los grandes ventanales, pegando con fuerza su rostro al cristal—. Saluda a tu futuro esposo.

La mirada de Antonella, se llenó de horror, al ver a un hombre hablando por su móvil. Una fuerte repulsión la invadió, al ver que era mayor, quizás cincuenta años de edad, o más. Calvo y obeso.

En cuanto la soltó, la chica retrocedió, limpió la sangre que corría por la comisura de uno de sus labios, con el dorso de su mano.

—Aún no nace el hombre que pueda conmigo —indicó—. Suerte con eso —declaró.  —Ojalá, tu prima Sabina, fuera mi hija —bramó—. Ella si es una mujer obediente. Sabes muy bien que debes hacer todo, por el bienestar de nuestra familia. 

Antonella rodó los ojos y salió de la casa, se encaminó hacia la fiesta; sin embargo, estaba muy molesta con su padre como para quedarse. Por lo que aprovechando que hubo una riña entre dos personas pasadas de copas, se desvió hacia la inmensa cochera, sonrió al observar el hermoso auto deportivo: Bugatti Divo, el favorito de su papá.

—No vas a controlar mi vida —expresó, liberando un par de lágrimas. 

*** 

Sabina Greco quien había escuchado la discusión detrás de la puerta, siguió a su prima, presionó sus labios al ver que huía de la residencia. 

—Como de costumbre, te encanta meterte en problemas. —Sonrió divertida—. Voy a pedirle a mi tío que me deje ser tu dama de honor, pero primero debo avisarle que te acabas de escapar.

***

A las afueras de la ciudad en un Antro muy exclusivo.  Iñaki Alvarado bebía una copa de whisky, mientras observaba desde el ventanal de su oficina el ambiente en el bar. Desabrochó el botón de su costoso traje y se sentó.

En ese momento tocaron a su puerta.

 —Adelante —indicó y observó a Jacob, uno de sus mejores amigos, además de ser su hombre de confianza en los negocios. —¿Investigaste lo que ocurrió con el embarque que ordené? —preguntó. 

—Sí, mi informante me comentó que fue la gente de Bianchi, quien emboscó la carga —respondió el joven. 

Iñaki resopló.

—Nos hizo perder mucho dinero. —Presionó su puño con fuerza. 

—Es hora de pensar la forma de cobrarle lo sucedido —señaló.

—Estoy de acuerdo. —Iñaki se puso de pie—. Desde que tomé el control de la organización, se ha empeñado en obstaculizar el camino. No entiendo por qué.

—A mí se me hace que aún no acepta que un hombre tan joven como tú, esté ganando plazas y respeto por parte de otros, de seguro desea robarte lo que es tuyo. 

—Investígalo —ordenó con voz hosca—. Quiero conocer a detalle su vida. Hasta de qué lado de la cama duerme. —Lo miró con seriedad.  —Así lo haré —Jacob respondió.

Los dos salieron del lugar y llegaron al bar. Los ojos de ambos se abrieron de par en par, cuando todas las luces se apagaron y se iluminó la barra. Entonces la atractiva silueta de una joven, apareció. Al ritmo de «Earny it by weekend», comenzó a moverse de manera sensual.

La mirada de los asistentes, se posó sobre aquella hermosa chica. Iñaki la recorrió con lentitud, empezando desde las botas altas de tacón de aguja, que le llegaban por encima de la rodilla; para proseguir hacia sus torneados muslos, y luego al glamuroso vestido oscuro con lentejuelas, que apenas le cubrían los glúteos, hasta clavarse en aquel amplio escote en pico que lucía. 

—Estas hijas de papi, cada día están peor —bufó. 

—Estoy seguro que si la acercaran a ti, te la comerías completa y de un solo bocado. —Jacob carcajeó al darse cuenta la forma en la que la miraba. 

Cuando la música finalizó, aquella misteriosa joven descendió, y comenzó a caminar entre las mesas, sintiéndose algo mareada. En ese momento un hombre se acercó a ella y colocó sus manos en sus firmes glúteos.

Antonella Bianchi ladeó los labios, y se detuvo. Giró y sujetó con rapidez una de sus manos, para flexionar sus dedos, utilizando una táctica que le había sido enseñada en defensa personal. 

—No sabes con quién te metes. —Elevó su barbilla con arrogancia, para luego propinar un golpe con su rodilla en la entrepierna. Esbozó una sonrisa, prosiguió su camino para sentarse sola.

Iñaki no pudo evitar reírse, nunca en sus veintinueve años de edad, había visto a una mujer defenderse de esa manera, la siguió con la mirada, quedando a unos metros de distancia.

Ella cerró sus ojos y los frotó, percibiendo su vista un poco borrosa, en ese instante distinguió el corpulento cuerpo de un hombre.

Su mirada avellanada se cruzó con la de él y no pudo dejar de verlo.  El joven sonrió; estaba por acercarse, cuando un comando fuertemente armado ingresó de forma violenta. 

«¿Sabrán la gente de Bianchi que estoy aquí?» —se cuestionó, entonces observó que sus hombres se preparaban en caso de ser necesario.

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