Palacio Real Holyrood.
Edimburgo, Escocia.
Boda de la princesa Emili y el príncipe Misael.
Las verdades no se olvidan, ni se entierran. Te persiguen, se enroscan en tu alma y susurran en los momentos más oscuros. Soy la prueba viviente de que no importa cuánto huyas, todo siempre vuelve. Emili y yo nos despedimos hace años, trazamos caminos opuestos, pero las sombras de ese pasado nunca desaparecieron. Se cruzaron, chocaron, pero el amor, ese amor brutal y sincero, murió. Ella encontró su corona, su felicidad, y yo me quedé con el vacío que ella dejó.
No hay arrepentimientos, solo cicatrices que arden bajo la piel. Amé a Emili como solo se puede amar una vez: con la inocencia del primer amor y la esperanza de que duraría. Pero sabíamos que jamás habríamos sido felices. Demasiadas heridas, demasiadas mentiras ocultas bajo promesas que se rompieron en mil pedazos.
A ti, Emili, te debo haber conocido a Arya. Esa pelirroja ha trastornado mi mundo en un tiempo tan corto, que me pregunto si