No hubo ningún tipo de conversación entre Arya y yo. Puso a la bola de pelos en el auto y el silencio esta vez si era incómodo. Asfixiante y agobiante. Cerró los ojos los primeros diez minutos y después, de manera deliberada decidió ignorarme cuando intenté hablarle.
Tiene una boca de adorno y debería quitársela. De esa manera la examinaré y sabré que solo es un pedazo de carne que me cabrea.
La llevé a su casa y entré con ella cuando fue a acostar a Giotto en su habitación. La sala estaba bonita. Tenía fotos de ella con Lauren y la bola de pelos en un parque, piscina y en el colegio del pequeño. Fotos con Alda y la mayoría colgadas en la pared. En la mesa de centro tenía flores en un jarrón y el ventanal estaba oculto con cortinas blancas.
Arya le había dado vida a lo que le ofrecí como su hogar.
—Ya me trajiste y ya me viste. ¿Te puedes ir? Tu papel ya lo cumpliste y el vestido me lo darán el sábado en el hotel. ¿Ya te dije que puedes irte? —me pregunta, con su acento italiano y de