**Lyra**
Me sentía exhausta, pero no quería quedarme mucho más tiempo en el templo. El frío del mármol aún me calaba los huesos y el eco de mis propias palabras me perseguía como un fantasma.
El peso de mi hijo contra el pecho me recordaba que tenía algo que proteger. Algo por lo que vivir.
Salí del santuario con pasos lentos, intentando evitar la mirada de los guardianes. Caminaba hacia la habitación del castillo que compartía con Tharion, ansiosa por regresar a la seguridad de sus muros.
Sin embargo, algo se sentía… mal.
Las sombras parecían más densas que de costumbre. Y esa sensación—la de ser observada—se me clavó en la nuca como una espina.
Me detuve. El corazón me golpeaba el pecho con fuerza.
—Tranquila… —murmuré, más para calmar al bebé que a mí misma.
Entonces, emergió.
Una figura oscura, cubierta por una capa larga y pesada, se separó de los pilares. No pude ver su rostro. Solo sus ojos. Negros. Fríos.
Mi instinto gritó.
El miedo me cortó la respiración por un segundo, per