*Lyra*
Rowan seguía respirando. Eso fue lo primero que escuché esa mañana mientras me vestía.
Aún respiraba, aún tenía pulso, y ahora yacía entre sábanas limpias, vendado de pies a cabeza, sostenido por el suspiro frágil de una vida que no terminaba de rendirse.
La sala estaba impregnada con el olor metálico de la sangre y las hierbas cicatrizantes.
El veneno que había corrido por sus venas estaba comenzando a disiparse, pero los médicos aún murmuraban entre sí con rostros tensos.
Tharion se mantenía firme junto a la puerta, con los brazos cruzados, observando cada movimiento como si en cualquier momento fuera necesario intervenir.
Su presencia era imponente, autoritaria, pero sus ojos, cuando me buscaban, revelaban algo más: vigilancia. Desconfianza.
—No le permitiré jugar más contigo, Lyra —dijo en voz baja, pero sin apartar la vista del cuerpo inconsciente—. Lo dejo vivo por ti, pero no me pidas que lo olvide todo.
No supe qué responder. Algo dentro de mí seguía latiendo con con