Tharion
El sonido de los cascos resonó con fuerza sobre el suelo del patio principal, haciendo que los centinelas se cuadraran en formación.
Desde la ventana superior del salón, observé con el ceño fruncido la caravana que se acercaba, envuelta en estandartes negros y plateados que ondeaban con arrogancia bajo el cielo nublado. Reconocí ese blasón al instante: el escudo de los Valefire, el segundo clan más poderoso después del mío, aferrados a sus tierras entre las montañas del norte.
—Kael Vaelis… —mascullé—. Qué sorpresa.
Bajé con paso firme al recibidor. A mi lado, mis consejeros intercambiaban miradas cargadas de incomodidad. Kael, el patriarca del clan y padre de Sienna, descendía de su montura como si llegara a reclamar un trono que no le correspondía. Su mirada ámbar, fría como el acero, se paseó por cada piedra, cada guardia, cada sombra.
Se detuvo frente a mí, sin inclinarse ni una pulgada.
—Rey Tharion —dijo con tono seco—. Vengo en nombre de mi sangre y del honor de Valefir