48 | Crimen perfecto

El juego siempre terminaba en mi despacho.

Lo supe desde el instante en que Avery apareció en la fiesta de Chuck. Ella era demasiado predecible en su venganza. No era una asesina silenciosa; era una artista de la humillación pública. Las migas de pan que había dejado, las fallas de seguridad, la paranoia que inyectó en mi vida, ese bolígrafo que apareció en mi despacho aquel día, eran la preparación para un acto final, y ese acto tenía que ser personal. Mi mente, que no había dormido en días, había trazado su movimiento final con la precisión de un halcón.

Retiré toda vigilancia en los alrededores, excepto la que me avisó de la camioneta de Viktor. Le ordené a Marcus que se llevara a Dalton a la cama temprano, dándole un sedante ligero en su leche para asegurar un sueño profundo. El resto fue simple logística. Encontré a la mujer, una chica de la calle que necesitaba dinero, y la até a la silla. El cebo perfecto. Sabía que Avery me tenía un gran odio, pero no el suficiente como para m
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