Las salas de la corte eran mi nuevo psiquiátrico, solo que allí las cadenas eran de papel y las camisas de fuerza eran de ley. Semanas de discusiones sobre el bienestar de Dalton me habían dejado exhausta, pero inquebrantable. Darak había intentado abordarme varias veces fuera de las sesiones, con esa voz de seda que sabía que podía seducir y doblegar. Pero Viktor era mi sombra, mi muro de contención, y siempre estaba allí para interponerse. Mi desprecio por Darak crecía con cada mentira que sus abogados pronunciaban, alegando que no estaba mentalmente estable para cuidar del niño.
Nuestras citas públicas continuaban, el circo mediático se alimentaba de nuestra falsa felicidad. Viktor aseguró que debíamos parecer una pareja normal que se quería, que disfrutaba y que podría tener una vida social estable. Aseguró que mientras más me vieran en público menos peso tendrían las mentiras de los abogados de Darak. Tenía que parecer estable, como si mi vida en el psiquiátrico fuese un sueño di