La reunión se llevó a cabo en la cima de mi torre, una fortaleza de cristal con vistas a la ciudad que era mi reino. El aire era pesado, cargado con la tensión que solo el poder y el resentimiento podían generar. Viktor, un rival de mi padre y un empresario corrupto, me miraba con una sonrisa arrogante, como si tuviera un triunfo oculto en la manga. Se sentó frente a mí, con las manos entrelazadas sobre la mesa de ébano, un espectáculo de complacencia que me repugnaba. Pidió reunirse conmigo para limar asperezas, para unir dinero y poder, y sobre todo, para dejar el pasado en el pasado.
Pocas veces les daba segundas oportunidades a los traidores. Si lo hizo una vez, lo haría una segunda e incluso una tercera. Conservaba sus manos y sus ojos por mi piedad y porque era un hombre que no me importaba. Nunca me importó lo que el maldito hiciera, hasta que esa tarde se sentí frente a mí en la oficina.
—Me han llegado rumores, Darak —dijo Viktor, su voz un susurro cargado de veneno, con las