Punto de Vista de Vicente
El momento en que vi los restos carbonizados y retorcidos del coche de Isabela, una parte de mí murió con ella.
Me encerré en su antiguo estudio, convertido ahora en un santuario abandonado.
Su aroma—lirios y trementina—aún impregnaba el aire.
En el caballete estaba su último boceto inconcluso.
Mi perfil.
Había dibujado mi rostro cientos de veces.
Y yo jamás la había visto de verdad.
Encontré su diario y lo leí, página por página. Cada entrada era una nueva estocada en el pecho.
“Vicente llegó tarde otra vez, pero le preparé su pasta favorita. Dijo que estaba deliciosa. Su sonrisa me iluminó todo el día”.
“Veinte días después de la cirugía, aún sin sensibilidad. Vicente me dijo que no me preocupara, que los doctores lo arreglarían. Le creo”.
“Hoy vi la nueva exposición de Sofía. Su estilo… se parece tanto al mío. Vicente dijo que estoy exagerando. Probablemente tiene razón”.
Ella confiaba en mí.
Dios, me amaba con una pureza que jamás merecí.
Y yo la traicio