A la mañana siguiente, los paparazis rodearon la mansión como buitres.—¡Isabela! ¡Danos un comentario!—¿Cómo está tu estado mental?Los lentes de las cámaras apuntaban a cada ventana.Me escondí tras las cortinas, prisionera en mi propia casa.Vicente regresó, abriéndose paso entre el circo mediático.—¡Señor Torres! ¿Cómo está su esposa?—Está descansando. —Respondió Vicente con el rostro convertido en una máscara de piedra. —Pedimos privacidad.Justo entonces, una figura se tambaleó hacia él.Era Sofía, una actriz perfecta.Cayó de rodillas, aferrándose a sus piernas.—¡Vicente, ya no puedo más! —Sollozó para las cámaras. —¡Me llaman rompehogares, ladrona! ¡Estoy tan preocupada por el bebé! ¡El estrés puede hacerle daño!Vicente se agachó de inmediato, ayudándola a levantarse.—Todo estará bien, pronto terminará. —Le dijo, abrazándola con ternura. —No dejaré que nadie te haga daño. Ni a ti, ni a nuestro hijo.Los flashes estallaron, capturando la imagen perfecta: el poderoso Don pr
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