Punto de Vista de Isabela
En una clínica privada escondida al pie de los Alpes suizos, abrí los ojos lentamente.
—¿Isabela? —Un hombre de cabello blanco estaba sentado junto a mi cama, con los ojos llenos de lágrimas.
—Abuelo... —Mi voz fue apenas un susurro. —Estoy viva.
Él apretó mi mano con fuerza.
—Hija mía, por fin despertaste.
Miré hacia las montañas cubiertas de nieve.
—¿Dónde está Vicente?
—En una prisión en Monterrey. —Respondió mi abuelo, entregándome un periódico.
En la portada aparecía Vicente, demacrado y con los ojos vacíos, escoltado por agentes federales. No sentí nada, solo un frío vacío en el pecho.
—Se lo merece. —Dije en voz baja, dejando caer el diario. —Abuelo, quiero comenzar de nuevo.
...
—La cirugía tiene un noventa y cinco por ciento de probabilidad de éxito. —Nos explicó el doctor Alejandro Rivas.
Era joven, quizás de poco más de treinta años, con unos ojos azules tan profundos como su voz serena.
—El daño en los nervios de Isabela nunca fue tan grave. Su r