Capítulo 5

Iris vio a Hugo recoger la nota, y sintió cómo todo comenzaba a ir en cámara lenta frente a sus ojos. Si bien quería que Hugo leyera la nota, no quería que lo hiciera delante de ella, y mucho menos lo que había escrito. Se había sentido muy valiente al hacerlo, pero aquella valentía se desvaneció en cuanto lo vio salir de su habitación sosteniendo la nota.

Hugo lo hacía a propósito y levantó la nota delante de ella. Aún estaba doblada, así que no podía ver lo que había escrito. Tal vez, solo tal vez, tuviera suerte de arrancarle la nota antes de que la leyera.

Pero su intento fue en vano. Cuando Iris saltó para poder cogerla, Hugo la levantó lo más alto posible, fuera de su alcance. Con una mano apartó a Iris y con la otra desdobló la nota, mirando a Iris con una ligera picardía en sus ojos. Una vez abierta, Iris cubrió su rostro para no ver su expresión mientras él leía.

—¿Qué tenemos aquí? —dijo Hugo, con tono juguetón—. Lo leeré en voz alta. Si la dejaste debajo de mi puerta, supongo que era para que la leyera, ¿no? Así que quiero compartir lo que me has escrito. A ver...

"Hola, Hugo:

Espero que hayas descansado bien anoche... porque yo no pude dormir gracias a tu concierto privado. Sé que es tu casa también, pero la próxima vez, podrías intentar ser un poco más discreto. Los gemidos se escuchaban por toda la sala.

Atentamente,

Iris (quien prefiere el silencio para dormir)."

Hugo dobló la nota nuevamente y observó a Iris, quien estaba segura de que moriría de vergüenza. Sin embargo, él guardó la nota en su pantalón. Iris, aún con las manos cubriendo su rostro, abrió los dedos para observarlo y vio que estaba completamente serio.

—Debías leerla cuando no estuviera aquí —aseguró Iris, con una voz que temblaba ligeramente.

—Lamento que no pudieras dormir por… por mi culpa. No volverá a suceder —dijo Hugo, con un cambio en su tono.

Iris notó ese cambio abrupto en él, lo que la dejó algo desconcertada.

—Puedes traer a tu novia, no hay problema, solo pido que me dejen dormir... —dijo Iris, intentando restarle importancia al asunto.

—No es mi novia —dejó claro Hugo, con un tono más firme.

Iris lo examinó, pensando que, si Hugo era soltero, tal vez llevaría chicas distintas a la casa. Solo de pensarlo, se le revolvió el estómago.

—Entonces, habrá mucho de eso por aquí —preguntó Iris, sin mirar directamente a Hugo.

—¿Mucho de qué? —preguntó Hugo, levantando una ceja, interesado.

—Ya sabes, chicas... —murmuró Iris, sin querer profundizar más, porque no quería que pensara que le importaba realmente.

Hugo la observó por un momento, y luego sonrió, como si ya supiera a lo que se refería.

—Oh, no te preocupes. No habrá un desfile de chicas por aquí. Izzy es una amiga. Salimos por unos tragos y, bueno, ambos estábamos pasados de copas. Así que no volverá a ocurrir, lo prometo —dijo Hugo, mirándola directamente a los ojos. Por un instante, Iris sintió que había una conexión genuina entre ellos, algo que no había experimentado antes con él.

Iris se sonrojó un poco y desvió la mirada, sintiéndose algo más tranquila.

—De acuerdo, no tenías que darme detalles. Solo un poco más de precaución la próxima vez —dijo, intentando recuperar la compostura.

Hugo asintió, y ambos caminaron hacia la sala. Iris, aún algo pensativa, fue a la mesa donde guardaba las llaves extra del apartamento y se las entregó a Hugo.

—Entonces, ya que dijiste que querías un precio razonable, investigué los precios de alquileres en la zona. Así que he llegado a la conclusión de que podrías pagar dos mil dólares mensuales, incluyendo los servicios y la comida —dijo Iris, sintiéndose algo nerviosa, pero confiada de que había hecho un buen cálculo.

Hugo la observó pensativo por un momento, luego se cruzó de brazos, como si estuviera ponderando la oferta. Finalmente, habló.

—Dos mil quinientos y me encargo de las compras —ofreció Hugo, con una mirada seria, pero que Iris interpretó como un gesto de generosidad.

Iris, sorprendida por el aumento de la cantidad y por la oferta de Hugo de hacerse cargo de las compras, no supo qué decir en un principio. Hugo, al notar su desconcierto, se acercó a ella y le apretó la mano, dando por hecho el trato.

—No he aceptado —dijo Iris, aún un poco atónita.

—Si no lo aceptaras, estarías completamente loca y no serías para nada ambiciosa con tu sueño. Así que vamos, es una buena oferta. Acéptala —dijo Hugo, sin soltar su mano.

Iris lo miró fijamente, aun dudando.

—No aceptarás un no, ¿cierto? —preguntó, con un tono que reflejaba un poco de exasperación, pero también una sonrisa contenida.

—No, no lo aceptaré. Pero no te preocupes, sé que lo harás. Es una buena oferta, y me parece justo —dijo con una mirada confiada.

Iris lo observó un momento antes de soltar un suspiro resignado. Y soltar su mano.

—¿No vas a desayunar? —preguntó Iris, casi de manera automática, sintiendo que la conversación había tomado un giro más amistoso de lo esperado.

—Comeré algo en la cafetería del hospital, descuida. Debo llegar más temprano —dijo Hugo, mientras se dirigía hacia la puerta.

—Que tengas un buen día, Hugo —le deseó Iris, con una pequeña sonrisa.

—Tú también, Iris —respondió Hugo, mientras la miraba y le daba una sonrisa ladeada antes de marcharse.

Iris se quedó mirando la puerta por unos segundos, y por alguna razón, se sentía más feliz que nunca. Hugo había sido amable con ella, incluso le había sonreído. La convivencia empezaba a sentirse más llevadera. Bingo, la observaba desde un rincón, como si hubiera presenciado todo el intercambio. Iris suspiró, sintiéndose extrañamente optimista sobre lo que el futuro les depararía a ambos.

—¿Qué? —le preguntó a Bingo, sonriendo mientras acariciaba su pelaje. —Solo estoy feliz porque nos llevamos bien, nada más.

Bingo ni se inmutó. Solo Iris sentía la necesidad de darle una explicación a su mascota. Antes de irse al trabajo, llamó al cerrajero, quien le avisó que tendría turno para reparar la puerta al día siguiente.

***

El día en el trabajo había sido interminable. Iris no había comentado nada a sus compañeros de trabajo sobre su nuevo inquilino, y no estaba segura de si debía hablarles de él. Así que decidió no mencionar nada del tema, aunque Theo había mencionado que la veía más alegre que de costumbre y sospechaba que algo estaba ocurriendo en su vida.

Iris se concentró en sus cuentas, observando con atención las cifras que había calculado una y otra vez. Con sus ahorros de los últimos años, ya tenía una buena base, podría finalmente comprar el lugar, el cual estaba a un precio razonable y dentro de sus límites. Lo que más le preocupaba ahora no era el dinero que le faltaba, sino lo que vendría después. La reforma del lugar sería costosa y llevaría tiempo, quizás más de lo que ella había anticipado. Un proceso largo y detallado, pero necesario para que el local pudiera convertirse en el espacio que tanto soñaba.

Una vez que el local fuera completamente suyo, las preocupaciones serían menos, y podría tomarse el tiempo necesario para renovarlo y ponerlo en funcionamiento, sin presiones innecesarias. Cuando terminó de sacar las cuentas, Theo, Lila y Oliver entraron en la habitación de descanso.

—¿Te anotas, Iris? —le preguntó Theo con una sonrisa traviesa.

Iris levantó la vista y vio que los tres la miraban expectantes.

—¿Anotarme? —preguntó Iris, confundida, mientras se acomodaba en su silla.

—Vamos a ir por unos tragos, ¿quieres venir? —invitó Lila, moviendo un poco las manos en un gesto que denotaba diversión.

Era viernes, e Iris estaba agotada después de una semana difícil. Miró a sus amigos, sopesando entre irse a casa y dormir temprano o salir con ellos y disfrutar un poco.

—Vamos, ¿qué más da? —dijo Iris finalmente, levantándose de la silla con una sonrisa.

Todos recogieron sus cosas y se dirigieron a vestirse. Tenían la suerte de que el spa contaba con un área de ducha para sus empleados, así que podrían irse directamente desde allí hasta el club. Iris no solía ir mucho a clubes, sobre todo porque no tenía control sobre la bebida y trataba de evitarlo siempre que podía. Una vez comenzaba a beber, terminaba ebria.

Pero esa noche estaba segura de que podría controlarse. Solo tomaría dos copas.

Al llegar al lugar, la música estaba a todo volumen, y en la pista de baile, las personas comenzaban a aglomerarse. Theo, Lila y Oliver se sentaron en la barra, junto con ella. El bartender se acercó a ellos con una sonrisa.

—¿Qué van a tomar? —les preguntó.

—Un Cosmopolitan —ordenó Iris, sonriendo mientras sacudía la cabeza, como si aún no pudiera creer que estaba allí.

Theo y Lila pidieron piña colada, y Oliver un mojito. La noche pasó rápidamente, con ellos pidiendo más tragos. Cuando las dos copas se convirtieron en tres, y tres en cuatro, Iris sentía la adrenalina del alcohol corriendo por su cuerpo. Se sentía llena de energía y, sin pensarlo demasiado, salió a la pista de baile con Theo y Oliver, bailando durante casi toda la noche.

Eran la una de la madrugada cuando Iris y Theo se fueron al baño juntas. Al llegar, la visión de Iris se hizo cada vez más pesada. Su maquillaje estaba borrado, estaba sudada y solo quería irse a dormir. Mientras esperaba que Theo saliera del baño, comenzó a quedarse dormida en uno de los asientos del baño. Fue entonces cuando su celular se encendió. Al verlo, vio que tenía un mensaje y desbloqueó el móvil con lentitud. Era de Hugo. Rápidamente abrió el mensaje y, a duras penas, leyó lo que decía.

“¿Estás bien?”

Iris sonrió al leer el mensaje, sintiendo una calidez en su pecho, seguida de un hipo debido a la embriaguez. Se armó de valor y, con una sonrisa tonta, marcó su número.

—¿Iris? ¿Dónde estás? —preguntó Hugo, su voz sonaba preocupada.

—Tranquilooooo, Don Serio. Shhhhh —le dijo entre risitas, cubriéndose la boca con la mano.

—¿Estás ebria? —preguntó Hugo.

—Nooooo, ¿cómo crees? —respondió Iris, soltando una carcajada.

—¿Con quién estás? —preguntó Hugo, curioso.

—Con Oliver… —Iris no terminó la frase; una arcada la interrumpió, haciendo que tuviera que inclinarse hacia adelante, luchando por mantener la compostura.

Del otro lado del teléfono, Hugo guardó silencio por unos segundos, hasta que finalmente habló:

—Claramente estás en un estado lamentable. Dime dónde estás y paso a recogerte.

—Estoy bien, estoy bien—replicó Iris con una risita—. ¿Te preocupas por mí, Don Serio?

—Iris, eres mi casera, y ahora también mi responsabilidad —respondió Hugo con tono firme—. Dime dónde estás.

—Theo y Lila me llevarán a casa… aunque están bastante ebrias también —admitió con voz entrecortada.

—No me cabe la menor duda—respondió Hugo, suspirando con resignación—. Envíame tu ubicación, por favor.

Iris tambaleó al intentar manejar el teléfono, pero finalmente logró enviarle la ubicación. Al guardar el móvil en su bolso, se esforzó por ponerse de pie, aunque sus piernas flaqueaban.

Theo salió del baño en ese momento, apoyándose en el marco de la puerta para no perder el equilibrio.

—¿Estás bien? —le preguntó a Iris, aunque su propio estado dejaba mucho que desear.

—Perfectamente —respondió Iris con una sonrisa ladeada, que no convencía a nadie.

Ambas se apoyaron mutuamente y regresaron tambaleantes al área de la barra, donde Lila y Oliver las esperaban. Oliver, siendo el único sobrio, las miró con preocupación.

—Estoy muy cansado, creo que deberíamos irnos ya —dijo Oliver en voz alta, para hacerse oír por encima de la música.

—¡No! Quiero quedarme un poco más —protestó Theo, cruzándose de brazos como una niña caprichosa.

—Yo estoy muy cansada —añadió Lila, mientras trataba de mantener a Theo en pie.

—No pueden quedarse solas así. Están demasiado ebrias —dijo Oliver con firmeza—. Las llevaré a casa primero.

Con cierto esfuerzo, lograron salir del club y dirigirse al estacionamiento. Theo seguía murmurando que quería seguir bailando, mientras Lila intentaba calmarla. Oliver, por su parte, sujetaba a Iris por el brazo, asegurándose de que no tropezara.

Un auto negro se estacionó cerca de ellos, llamando la atención de Oliver. Era un Maybach, y su elegante apariencia desentonaba con los alrededores del club. Iris, alzando la cabeza con dificultad, trató de enfocar su mirada borrosa en el vehículo sin reconocerlo.

La puerta del auto se abrió, y Hugo salió con pasos firmes. Su imponente figura, de casi dos metros, no pasó desapercibida. Theo y Lila, a pesar de su estado, se quedaron observándolo con curiosidad, mientras Oliver lo miraba con desconfianza.

Hugo se acercó hasta ellos, y aunque Iris estaba tan ebria que apenas podía mantener los ojos abiertos, logró murmurar:

—¿Quién…?

Pero Hugo ya estaba a su lado, tomándola con cuidado del brazo para evitar que se desplomara.

—¿Iris, estás bien? —preguntó Hugo al llegar hasta ella, con el ceño fruncido al ver su estado.

Iris levantó la vista con esfuerzo y soltó una risita.

—¡Es Don Serio! —exclamó, soltándose del agarre de Oliver para apoyarse en Hugo, tambaleándose torpemente.

—¿Don quién? —inquirió Oliver, confundido, mientras la observaba.

—Es Don Serio, sí. Él es… pero no puedo decirles. No puedo  —dijo Iris entre risas, moviendo un dedo como si estuviera compartiendo un gran secreto.

—¿Qué no puedes decir? —presionó Oliver, cruzando los brazos.

Iris ignoró la pregunta y se volvió hacia Hugo, murmurando:

—Estoy muy cansada. ¿Nos vamos?

—Por supuesto —respondió Hugo, sujetándola con firmeza para ayudarla a caminar hacia el auto.

Pero Oliver dio un paso adelante, bloqueando su camino.

—¿Quién rayos eres? No voy a dejar que se vaya con un completo desconocido.

Hugo lo miró con evidente molestia.

—No necesito tu permiso. Además, claramente la has dejado llegar a este estado —dijo con un tono frío.

—Ya vámonos —suplicó Iris, apretando su agarre en el brazo de Hugo.

Oliver vaciló, pero al ver la insistencia de Iris, retrocedió a regañadientes. Aunque era evidente que lo conocía, la desconfianza permanecía.

—¿Estarás bien? —le preguntó Oliver a Iris una última vez, buscando alguna señal de seguridad.

—Don serio…—murmuró ella con una sonrisa perdida, antes de dejar caer su cabeza contra el pecho de Hugo.

Oliver lanzó una mirada de advertencia a Hugo.

—Si le pasa algo, te las verás conmigo —advirtió con firmeza.

Hugo lo ignoró por completo. Sosteniendo a Iris con cuidado, la llevó al auto, acomodándola en el asiento del copiloto. Luego se volvió hacia Lila y Theo, que observaban todo desde la distancia.

—Buenas noches —les dijo con sequedad, antes de lanzarle una última mirada a Oliver, cargada de recelo.

El viaje de regreso fue incómodo. Iris no dejaba de murmurar cosas ininteligibles, quejarse y mover la cabeza como si quisiera despejarla. Hugo la observó de reojo varias veces, asegurándose de que no se desmayara.

Cuando llegaron a casa, Iris estaba sudando y su rostro mostraba claros signos de malestar. Hugo salió del auto y, sin dudarlo, la cargó en brazos.

—Floto…—murmuró Iris, sintiéndose liviana mientras Hugo la llevaba. La cabeza le daba vueltas, y las luces parecían bailar a su alrededor.

Hugo llegó a la puerta del apartamento y se detuvo.

—Voy a tener que bajarte un segundo para abrir la puerta —le informó con voz tranquila.

Iris asintió débilmente, dejando caer la cabeza sobre su pecho mientras él buscaba las llaves.

Hugo la bajó con cuidado, dejándola recostarse contra la pared mientras buscaba las llaves. Iris cerró los ojos por un momento, respirando profundamente para intentar calmar el mareo.

Cuando finalmente abrió la puerta, se inclinó hacia ella y volvió a ayudarla a ponerse de pie.

 —Vamos, casi llegamos —le susurró con suavidad, sosteniéndola para que no se tambaleara.

La condujo al interior y la recostó en el sofá con cuidado. Iris dejó escapar un suspiro pesado mientras se dejaba caer entre los cojines. Hugo aprovechó para cerrar la puerta con llave y asegurarla antes de volver hacia ella.

Hugo caminó con cuidado hasta el dormitorio, pero al llegar, Iris abrió los ojos y lo miró fijamente, como si de repente todo a su alrededor se hubiera detenido.

—¿Por qué haces esto? —preguntó con un murmullo, sus palabras pesadas por el cansancio y el alcohol.

Hugo detuvo su paso, sorprendido por la pregunta.

    —Porque alguien tiene que cuidarte —respondió en voz baja, evitando mirarla directamente.

Ella soltó una risa suave, casi inaudible, y sus ojos se clavaron en los de él. Por un instante, el tiempo pareció detenerse. Hugo pudo sentir el calor de su respiración, y antes de que pudiera controlarlo, su mirada bajó a los labios de Iris.

Ella también lo notó. Se inclinó apenas, como si algo invisible los atrajera.

Poco a poco, la respiración de Iris se volvió más lenta, el peso del sueño venciendo cualquier intento de lucha. Hugo la sostuvo para que no cayera al piso y caminó con ella en sus brazos hasta dejarla en la cama. Bajó la mirada y notó cómo sus labios formaban una pequeña sonrisa, incluso dormida.

Con una mezcla de exasperación y ternura, suspiró.

—Qué manera de complicarme la vida —susurró mientras apoyaba su cabeza contra el respaldo de la cama y cerraba los ojos, quedándose allí con ella.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP