Lo siento mucho, Agnés.
Esa disculpa no borró nada de lo que sucedió aquella noche… no como el fuego que después eliminó todo rastro de la masacre que los monstruos dejaron en aquel viejo edificio.
Esa disculpa nunca la consoló en décadas… tampoco le devolvió nada de lo que aquella noche le arrebató.
Un grito, no supo si era de esa noche o del infierno que ahora vivían; todo se mezclaba con una intensidad demasiado vívida, que le hizo abrir los ojos por el terror, jadeando. El pecho le ardía, buscando aire, mientras el sonido seguía martillando en su cabeza, como si los huesos aún se siguieran quebrando y la sangre corriendo por el suelo. Tardó unos segundos en comprender dónde estaba… antes de que otro grito, y el olor a hierro, la inundaran.
Justo como en aquella noche… sintió el mismo terror.
Agnés alzó la vista hacia la figura alta, detenida frente a la ventana, de espaldas a todos, con las manos cruzadas tras la espalda. Observaba la calle desierta, como si aquel silencio fuera m