Capítulo 79

Cuando la puerta se cerró tras la anciana, Alec se giró hacia las escaleras, ignorando por completo la presencia de los gemelos. En su mente, solo existía Serethia, aún aferrada a él mientras dejaba escapar suspiros temblorosos contra su cuello, seguidos de gemidos suaves, como los de un cachorrito. Alec la sostuvo con más firmeza, sintiendo cómo su respiración irregular se entrelazaba con el calor de su cuerpo.

Los gemelos aún permanecían en el umbral, sin decidirse entre el impulso de hablar y la tentación de marcharse. Dejaron que el silencio se extendiera más hasta que, al ver a Alec empezar a subir los peldaños, Leo lo detuvo.

—Alec… —empezó Leo, con la voz baja, como si tuviera miedo de romper algo que probablemente ya no existía—. Lo siento… por todo. Las cosas no debieron terminar así, la abuela me prometió que…

—No. —Alec lo interrumpió sin levantar la voz, pero algo en su tono bajo fue suficiente para callarlo—. Nada ha cambiado, siempre han sido espectadores… mientras ella
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