La anciana cayó al piso, jadeando, y los gemelos corrieron ayudarla a incorporarse, mientras Alec se dirigió hacia Serethia, como si nada más en la habitación existiera; se agachó frente a ella y la colocó sobre su regazo de forma protectora.
Serethia se encogió sobre él, aferrándose con fuerza, como si solo en sus brazos pudiera volver a respirar; hundió el rostro en su cuello y aspiró profundo, dejando que una calidez cosquilleante recorriera su cuerpo y detuviera su temblor al instante., detuvo el temblor de su cuerpo, la recorriera.
—¿Qué has hecho…? —pregunto Agnés, con horror, y dio un paso atrás, mostrando por primera vez temor—. Cometiste una aberración…tú… y ella…
Alec volteó hacia su abuela, sosteniéndole la mirada mientras se incorporaba, cargando a Serethia en brazos. La anciana abrió la boca para continuar, pero las palabras se ahogaron en su garganta al encontrarse con los ojos contrarios.
—Si vuelves a pensar en lastimarla… — habló con voz grave y baja, un tono claramen