La habitación estaba en penumbras, iluminada levemente por el resplandor de la calle que se filtraba por la ventana. Estaban de perfil, acostados en la cama, solo observándose, como si se acariciaran con la mirada.
El silencio que los rodeaba, solo era interrumpido por el leve roce de sus respiraciones, cada una cargada de un rastro eléctrico, casi primitivo, que hacia vibrar el aire entre ellos.
Hasta ese momento, solo habían compartido algunos besos torpes, sin mucha experiencia de parte de ella… pero cada latido, cada suspiro contenido, parecía avivar esa fuerza invisible que los empujaba, cada vez con más insistencia, a rendirse al deseo de sus cuerpos.
Poco a poco, sin embargo, esa urgencia comenzó a evaporarse con el paso de los minutos, como si el fuego inicial se diluyera. El pulso de Alec comenzó a calmarse después de que ella había dejado de estremecerse, aunque el tirón en su interior seguía ahí, pesado y persistente, como si algo invisible aún los atara de forma incómoda.