Poco después de la hora del té, Liora hizo una reverencia al pasar frente al Despacho Real. La Mano del Alfa custodiaba la puerta, como señal inequívoca de que el rey Alfa dedicaría toda la jornada a los asuntos de estado, lo cual significaba que solo podía ingresar la princesa Kaelrya o quienes tuvieran audiencia con el rey.
Siguió caminando y dobló una esquina, llegando al pasillo que conducía hasta el Gabinete privado de la reina Luna. Al no haber consorte, era usado por la princesa Kaelrya.
Liora avanzó hasta la puerta, donde una sirvienta de cámara arrodillada, lustraba el piso con desgano. Al escuchar los pasos, la muchacha levantó la vista y, al reconocer a la recién llegada, empezó a pasar el trapo de forma apresurada sobre el mármol.
—Lady Liora —balbuceó sin detenerse—, pronto terminaré la tarea.
—Eso será suficiente —ordenó Liora.
Ante la orden, la sirvienta detuvo de inmediato el movimiento y la miró con atención.
—La disposición de los puestos ha cambiado; ve a la biblio