Sara recogió todas sus cosas de su pequeño cartucho. Quería pasar a ver a su hermanita al medico pero sería un problema teniendo en cuenta de que ahora Xiao la vigilaba continuamente.
Tomó la baraja negra que le entregaron los de su cacino y recogió las mejores ropas que tenia. La mayoría eran piezas que solo servían para atraer a los hombres de malas andanzas. —No huelo nada raro —susurró ella frente a un espejo medio roto qué había en el pequeño baño y untó colonia para evitar malos encuentros. Le atraía la idea de poder ver a Alessandro una vez más. En ese casino él pasó por su lado y aunque no pudo ver bajo sus gafas, sabía que algo que le helaba la piel se encontraba bajo ellas. No sabía si fue su mirada, su enorme cuerpo o ese aire de superioridad marcada. De cualquier manera, ahora solo tenía algo que podría salvarle la vida: asesinarlo. Sara tomó la tarjeta vip de invitación y se fue con esta en una carterita para el crucero Starlight. El viaje en taxi fue largo y minutos antes de llegar recibió una llamada de Xiao. —Zorrita, ¿tienes todo listo? —dijo el perverso hombre. —Sí. Cuida a mi hermana mientras no esté y no la toques —contestó ella. —No le pondré ni un solo dedo arriba mientras sepas realizar tu misión. Oh, abre las piernas para él, los hombres no se resisten a tus caderas, zorrita —le susurró él entre risas y colgó la llamada. Sara sintió la necesidad de lanzar el teléfono, pero se detuvo ante la idea de que no podría costearse uno nuevo. —Para aquí en el puerto —le dijo ella al taxista y este continuó su viaje. Pudo apreciar en él, gafas iguales a las de Alessandro pero más baratas. Un lobo de seguro. En el día a día no era raro encontrarse con alguno, pero la mayoría lo ocultaba. Los humanos normales solían tenerles miedo ante sus capacidades sobrehumanas. —Dije que me deje aquí —repitió Sara al ver que el auto se desviaba a un callejón. La incomodidad surgió de su cuerpo y se empezó a acomodar el corto vestido negro y forzar la puerta. Nada, no cedia. El hombre se parqueo en un callejón y luego apuntó a Sara con un arma. —Has lo que te diga, jovencita —dijo él y la sacó del cabello del auto. —¡Suéltame! —Forcejeó ella hasta que sintió como quitaba el seguro del arma. Debía estarse quieta. —Hoy es tu día de suerte. ¡Te pasa por vestir tan provocativamente, perra! —él hombre acorraló a Sara contra la pared y con la mano libre y la pistola en su cabeza le retiró los panties sin recelo. Ella mordía sus propios labios rezando por no morir. No sería la primera vez, siempre habían abusado y hecho de ella lo que querían, sobre todo tras volverse la poseedora de una deuda millonaria con el demonio de Xiao. —Por favor... para —decía ella entre lagrimas al sentir como las manos del hombre estaban tentadoramente cerca de sus muslos. —Tu lo buscas... —las palabras del asaltante fueron interrumpidas por un disparo. La mancha de sangre salpicó en la pared del callejón al lado de Sara y esta no se atrevió a gritar. Estaba asustada, pero por un momento pensó que el disparo había sido en su propia cabeza. Las piernas le temblaban y el corazón se le salió por la boca. Se hacía muerta hasta comprobar con sus propias manos qué su cráneo no tenía ningún problema. El cuerpo el hombre cayó con un ruido sordo y el arma dejó un tintineo metálico. Alguien la había salvado. —No te voltees —dijo la voz de Alessandro en su espalda. No la tocó, ni siquiera la conocía, pero no pudo resistirse a ayudar a una chica que necesita ayuda. —¿Quién eres? —preguntó Sara temblorosa, pero esa voz ronca y varonil solo la escuchó a escondidas una vez, en la sala de juegos de Xiao. Imaginaba que era Alessandro. Los dedos de la joven se pegaron a la pared y deseaba darse la vuelta pero nada le respondía en su cuerpo. —No creo que importe. Hueles demasiado interesante —dijo él y le lanzó la pistola del asaltante a los pies de ella—. Sube tu ropa interior y muévete. ¿Vas a atrévete a perder el viaje? Sara no lo resistió más y se volteó para ver a Alessandro, pero ya no estaba. Desapareció como una sombra que ni siquiera avisó cuando llegó. Ella sintió su corazón latir con fuerza, no sabía si era miedo o algo más, pero la presencia de ese hombre y su voz, le había erizado el alma. —¡Ahhhh! —gritó al ver el cadáver del violador en el suelo y como su propio cabello estaba lleno de sangre—. Maldito... Monstruo. Solo el viento sabía a quien iba dirigido eso. Ese extraño la salvó, pero también cobró una vida como si no valiese nada. Sara estaba contra reloj. Corrió a un baño público y se lavó en el lavamanos como pudo para quitar la sangre de su cabello y ropa. Luego se cambió en el pequeño espacio y se arregló de forma rápida pero hermosa. No necesitaba mucho para verse bella y con una inocencia algo dañada. —Sal del baño, que me hago pis —gritaba una mujer desde el exterior por la demora de Sara. No tuvo más opción que apurarse y correr las cuadras que le quedaban hasta el puerto para encontrar el crucero Starlight a punto de salir. Ella corrió con sus tacones y la maleta a cuestas. Los guardias miraron sus atuendos baratos y se cuestionaron como alguien de tan baja clase podría entrar aquí. —Debería marcharse. Se meterá en problemas si se quiere colar —dijo el guardia. —Pobretona, ¡muévete! —dijo una señora regordeta qué hacía cola detrás de ella—. Algunos si tenemos dinero para pagar este crucero, no como tú. —Soy una invitada del dueño del crucero, de Alessandro D’amont. Aquí tiene la tarjeta vip qué lo prueba. —Sara sacó la tarjeta de su escote y está tenía manchas de sangre, pero era la prueba perfecta de que ella debía estar ahí. Era la prueba de que debía ser tratada como una invitada especial y participante del juego del dueño del mar.