SERENA
Mi corazón latía con fuerza contra mi pecho. La comisura de sus labios se curvó en una sonrisa arrogante.
—Quiero llevarte a una cita... —Se acercó más, su intensa mirada me robaba el aliento—. Y me aseguraré de que sea el mejor momento de tu vida —su voz bajó a un susurro, enviando escalofríos por mi columna.
¿Cómo podía resistirme a él?
Sin duda sabía cómo encantarme.
Forcé una sonrisa, mis mejillas se calentaron bajo su mirada.
—Eso depende —bromeé, dejando escapar un suspiro tembloroso—. Si encuentras el libro.
—Reto aceptado —respondió con una expresión presumida. Pero luego sus ojos brillaron con anhelo—. ¿Puedo ver a Ezra? —preguntó, con voz llena de preocupación.
Asentí lentamente y me levanté de la silla. Subimos las escaleras, manteniendo nuestros pasos ligeros para no molestar el sueño de nadie, y abrí lentamente la puerta de la habitación de Ezra.
La habitación estaba silenciosa, excepto por el canto de los pájaros que se filtraba a través de las persianas cerradas.