SERENA
Preparé el plato con huevos revueltos, trozos de salchicha, patatas en cubitos, pimientos y cebollas. Luego se lo entregué. Él frunció el ceño mientras miraba el plato que sostenía.
—Ve a comer —le ordené, cruzándome de brazos.
Su mandíbula se tensó.
—Te dije que no tengo hambre. Al menos no de esto —mi corazón dio un vuelco cuando sus ojos recorrieron mi cuerpo.
Llevaba puesta una camiseta gris casual y unos shorts rosados, con el pelo recogido en un moño suelto.
Le di una sonrisa tensa.
—Si no comes, no volveré a hablarte —le advertí.
Él arqueó una ceja. —¿Eso es una amenaza?
—Absolutamente.
Puso los ojos en blanco. —Está bien.
Sonreí victoriosa mientras se dirigía a la mesa del comedor. Dejó el plato sobre la mesa y me miró, con una mirada llena de picardía.
—Pero con una condición. Tienes que darme de comer —añadió, y mis ojos se abrieron como platos.
—Esto no es una negociación, Alfa Elías —dije con voz firme.
Entrecerró los ojos y a regañadientes agarró el tenedor para