SERENA
Nuestras manos se rozaron y un escalofrío recorrió mi espalda. Retiré mi mano rápidamente, mi corazón latía con fuerza mientras Elías bajaba la mirada hacia el libro.
Él agarró el libro antes que yo, pasando las páginas con facilidad. La luz del sol resaltaba los ángulos marcados de su mandíbula y el brillo de sus ojos oscuros mientras escaneaban el texto. Tenía el pelo despeinado, probablemente por haber venido corriendo. De repente, sentí un extraño impulso de despeinarlo aún más.
Y quizás, solo quizás, poder oler cualquier colonia que estuviera usando. Olía... bien. Realmente bien.
Serena ronroneó dentro de mí, despertando de su letargo.
—Ve por él —me animó.
La voz de Elías interrumpió mis pensamientos.
—Si ya terminaste de desnudarme con la mirada, concéntrate en encontrar el libro. Este no es —cerró el libro de golpe y lo colocó de nuevo en el estante.
—No te estaba mirando a ti. Estaba mirando ese... estante detrás de ti —respondí con confianza.
—Sí, claro. Lo que tú di