Capítulo 6
Serena

—Entonces, ¿cuándo hará la fiesta el Alfa? —preguntó Diana al entrar en mi habitación con una sonrisa alegre.

Ella no sabía sobre lo ocurrido, lo único que sabía era que yo había ido a ver a Elías para darle la buena noticia.

—Definitivamente, tienes que decirme los nombres que estás considerando, en especial si es una niña. No quiero que nuestra princesa tenga un nombre terrible como el mío. Además, yo…

—Hoy tendremos una ceremonia de rechazo —la interrumpí con una expresión sombría.

Diana parpadeó varias veces. —¿Qué? Esa es una broma de muy mal gusto.

Mis labios se curvaron en una sonrisa triste mientras me sentaba en el sillón. —No lo es.

La sonrisa de Diana desapareció. —No, eso no puede ser.

Mi mirada bajó hacia el frasco que sostenía en la mano. —¿Trajiste las hierbas que te pedí?

Frunció el ceño. —Sí, las traje. Pero las hierbas que pediste se usan para proteger el embarazo de fuerzas sobrenaturales fuertes. ¿Por qué pedirías algo así...? —sus labios se detuvieron al mismo tiempo que sus ojos se iluminaron con comprensión.

Hay ciertas hierbas que protegen al feto en el vientre de una madre que es rechazada por su compañero, así que le pedí que trajera una de esas para que nada le pasara a mi bebé.

Se quedó inmóvil durante unos segundos. —¿Qué? ¿De verdad te van a rechazar?

Le respondí con silencio. Ella permaneció inmóvil, como procesando todo.

—El Alfa... él está detrás de esto, ¿verdad? —apretó los dientes—. Debí haberlo sabido. Algo no me cuadraba desde que te vi en esta habitación, y tan pálida. —apretó el puño.

Me levanté lentamente del sillón. —Diana, cálmate.

—¡Maldita sea, no! —estrelló el frasco contra la mesa de noche y salió de la habitación pisando fuerte.

¡Maldición! Corrí tras ella. Iba a discutir con Elías.

Al salir, tomé su muñeca y la detuve. —¡Para! No lo hagas.

Ella giró la cabeza hacia mí, con la rabia ardiendo como carbón en sus ojos. —Luna, te respeto. Pero no puedo aceptar esto. ¿Cómo puede hacerte esto? ¡Iré a darle una lección!

—No, no, no —la aparté.

Estaba actuando como un perro que se ha vuelto salvaje y necesita usar una correa. La mayoría del tiempo era calmada y racional, pero cuando se trataba de quienes quería, se volvía impulsiva y hacía cosas de las que después se arrepentía. Si se enfrentaba a Elías, podrían encerrarla o incluso desterrarla.

—Cálmate, esta decisión es mutua —le dije, provocando que se congelara.

Me miró con una expresión tal, que parecía que un rayo la hubiera alcanzado.

—¿Y el niño? ¿Cómo pueden separarse si el futuro heredero de esta manada crece dentro de ti? —señaló mi vientre y yo puse la palma de mi mano sobre él.

A pesar de lo que dijo la clínica, estaba segura de que una vida crecía dentro de mí, lo sentía en mis huesos. Pero no quería contarle todo a Diana, no necesitaba estar involucrada en mis problemas.

—Es por la chica nueva que se unió a la manada, ¿no? —preguntó de repente.

Levanté la cabeza hacia ella, con el corazón acelerado. No esperaba que lo captara tan rápido. Siendo perceptiva, notó la expresión en mi rostro.

—No tienes que preocuparte por ella, Luna. Le daré una lección para que salga corriendo de esta manada y no mire atrás —dijo con determinación.

Suspiré, esta chica no tenía ni un sentido de peligro. —No harás nada de eso. Prométemelo.

Ella frunció el ceño. —Pero…

—Ya te lo dije, no discutas con tu Luna —pronto dejaría de ser Luna, pero aún quedaba tiempo para la ceremonia de rechazo, así que usaría mi autoridad para asegurarme de que Diana no se pusiera en peligro.

Sus hombros se hundieron poco a poco.

—Pero, ¿por qué no haces nada? ¿Vas a dejar que otra chica te quite todo? —Sus palabras me hirieron.

Lo intenté, pero si Elías quería que saliera de su vida, no había nada que pudiera hacer. Ni siquiera nuestro hijo pudo salvar nuestra relación, porque él ni siquiera creía en su existencia.

—Es inútil. Además, es mejor terminar las cosas. Nuestro matrimonio fue como un acuerdo, y ahora que no me necesita, el acuerdo terminó —fue un error estar con él.

Si hubiera sabido que me trataría así tras el regreso de su primera compañera destinada, nunca habría aceptado ese matrimonio. Las compañeras de segunda oportunidad son… la segunda opción, no la primera.

—Pero Luna… —se acercó a mí, sus ojos marrones se clavaron en los míos—. Lo amas, más que a tu propia vida. Te conozco —sus palabras apretaron mi pecho con fuerza y lágrimas cálidas cubrieron mi visión. Ella había visto cuánto me había dedicado a Elías.

Parpadeé para contener las lágrimas y, en el silencio de la sombría mañana, mis palabras salieron como una triste sinfonía. —Mi amor no es suficiente.

Una lágrima resbaló por mi ojo izquierdo.

Los ojos de Diana llenaron de dolor mientras me abrazaba con ternura. El calor de su gesto despertó algo dentro de mí y rompí en sollozos. Ahora que me sujetaba así, me di cuenta de cuánto necesitaba la presencia de alguien para compartir mi tristeza. Sin padres, ni muchos amigos en quienes confiar, dado mi enfoque en el trabajo y en Elías, su presencia fue como una sombra fresca tras horas caminando bajo un sol abrasador.

—Siento mucho que esto te esté pasando, pero si el Alfa no puede ver cuánto has sacrificado por él, entonces no te merece —lloró, así que la abracé con más fuerza.

Me alivió saber que había alguien que pensaba en mí.

—No te preocupes, cariño, está bien. Puedo con esto —le di unas palmaditas en la espalda—. Más tarde iré a la habitación de Elías para recoger mis cosas, seguro que no quieren verme en esta casa, y yo tampoco quiero verlos.
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