Capítulo 5
Serena

Su mirada se levantó de la pantalla y se oscureció con decepción.

—¿Este es tu nuevo truco para hacer que vuelva contigo? —replicó, causando que la comisura de los labios de Natalia se curvara en una sonrisa burlona.

Parpadeé confundida. ¿Truco?

—¿Por qué… por qué haría algo así?

Su mandíbula se tensó y el aire se volvió frío con su mirada helada.

—Tú dime, Rena. ¿Quieres que crea que sin tener un lobo, puedes llevar en tu vientre al hijo de un Alfa? —me estremecí ante sus palabras; no me sentía orgullosa de mi condición, pero estaba fuera de mi control.

—Sé que cuesta creerlo. De hecho, yo tampoco lo creía. Por eso me hice dos pruebas para confirmar que realmente estoy embarazada.

Di un paso hacia su escritorio y le entregué el documento. Él lo hojeó, sus ojos repasaron el informe. Natalia también se acercó para verlo, y su rostro palideció, eso me alegró un poco. Este niño sería quien salvaría nuestra relación y a la manada.

—Ahora lo entiendo —dijo, mirando la mesa pensativo, por lo que respiré aliviada—. Por esta razón, fuiste a la Guarida de las Sombras después del divorcio. Para crear un falso informe de embarazo —añadió.

Al instante, sentí que me habían dado un puñetazo en el estómago.

—¡¿Qué?! ¿De qué hablas? —pregunté, con los ojos abiertos por el horror.

La Guarida de las Sombras era un lugar sombrío en los límites de la manada, donde ocurrían todo tipo de actividades ilegales, incluyendo la creación de documentos falsos. Una dama digna nunca pondría un pie allí porque apestaba a crimen y tráfico ilegal.

—Le dije a mis hombres que te vigilaran, y me informaron que fuiste a la Guarida de las Sombras. Al principio no lo creí y los castigué por mentirme. Pero ahora entiendo que decían la verdad —la mirada que me lanzó Elías me destrozó el alma por completo, sentí que había perdido para siempre el respeto que tenía por mí.

Negué con la cabeza frenéticamente. —¡No! No fui allí, Elías. ¡Por favor, confía en mí!

Él se burló, sus ojos mostraban su dolor. —¿Cómo puedo confiar en ti cuando haces cosas a mis espaldas? Sabes cuánto deseo un hijo, así que me duele pensar que has llegado tan lejos.

—No es cierto, nunca haría algo así y lo sabes —el borde de mis ojos se humedeció—. Puedo probarlo. Llama al hospital y pregunta si me hice alguna prueba o no —alzando la voz, mantuve mi postura con firmeza.

Elías marcó el número en su teléfono. Lo puso en altavoz y lo dejó sobre el escritorio para que también pudiera oír. Con cada timbre, mi corazón latía con anticipación. Sabía que eso funcionaría, ya que la clínica guardaba registros de sus pacientes.

—Clínica Larsen, ¿en qué puedo ayudarle, Alfa? —la voz de la recepcionista llegó desde el otro lado.

Elías apoyó las manos en el escritorio y preguntó. —¿Hay algún registro de que mi esposa, Serena Donovan, se haya hecho un ultrasonido en su clínica hoy?

—Un momento Alfa, por favor—respondió la recepcionista con cortesía.

Los registros de los pacientes eran confidenciales, pero siendo el Alfa quien solicitaba la información, el hospital debía obedecer sus órdenes. Me inquieté, esperando su confirmación. Cada segundo parecía una hora, haciéndome sentir más nerviosa. Finalmente, su voz llegó. —No hay registro de que haya acudido a nuestra clínica hoy, Alfa.

Mi corazón se hundió y por un instante, olvidé cómo respirar. No, eso no podía ser posible; yo estuve allí y me atendieron. Entonces, ¿por qué lo negaban?

Elías colgó el teléfono y los ojos de Natalia brillaron con triunfo al verme. Las paredes de la oficina parecían cerrarse sobre mí. ¿Por qué mintió la clínica? ¿Había alguien más detrás de eso? Mi mirada se posó en Natalia, que tenía una expresión arrogante, me pareció extraño que ella hubiera estado tan callada y no intentara impedir que yo le mostrara el informe a Elías.

Él suspiró y se quitó las gafas.

—Rena, mira. Tus excusas no te ayudarán. Este rechazo va a suceder porque como Alfa, debo estar con mi compañera legítima —se levantó de la silla y se acercó a mí, al llegar a mi lado, añadió—. Te dejaré quedarte aquí, no te desterraré de la manada, así que no tienes que usar estos trucos baratos.

¿Trucos baratos? Me llevé la mano al estómago. El hombre a quien le dediqué tres años de mi vida, no intentó creerme ni una vez. Eso probó que en todos esos años, nunca confió en mí, y yo que pensé que teníamos una buena relación, una construida con amor y respeto mutuo, cuando en realidad, todo estaba en mi cabeza.

—Este es el límite de mi amabilidad hacia ti, Rena —añadió Elías—. No sigas poniendo a prueba mi paciencia.

No necesitaba su amabilidad, lo único que quería de él era que estuviera de mi lado, que tuviera fe en mí, pero me hizo a otro lado. Decidí irme en silencio y caminé hacia la puerta, pero cuando agarré la manija con mi mano temblorosa, su voz me detuvo.

—Rena.

Miré por encima del hombro y lo encontré observándome, había algo inusual en su mirada.

—Espero que recuerdes la hora de la ceremonia de rechazo mañana. No intentes escaparte o tendré que obligarte a acompañarme al campo de entrenamiento.

Mi pecho se apretó ante la falta de empatía en su voz.

—No lo haré —contuve las lágrimas que amenazaban con caer apretando fuerte la manija de la puerta.

Él quería deshacerse de mí desesperadamente, pero yo estaba preocupada por mi hijo. Solo podía rezar para tener la fuerza de proteger a mi bebé de su rechazo.
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