SERENA
Mi rostro palideció cuando el reconocimiento me golpeó. ¿El alfa Reynaldo Valentín? ¡Acababa de sermonear al alfa de la Manada Luz de Luna!
Inclinando la cabeza con respeto, solté. —Alfa Valentín, por favor perdone mi comportamiento anterior.
Él frunció el ceño, ladeando la cabeza confundido. —¿Qué?
—Debí haber preguntado quién era usted antes de hablar de esa manera. —Murmuré, con la mirada clavada en las baldosas blancas.
En lugar de reprenderme, el alfa Valentín echó la cabeza hacia atrás y se rio. —No hay necesidad de disculparte, Serena. No hiciste nada malo —respondió. Levanté la cabeza con cautela, frunciendo el ceño—. En realidad, debería agradecerte por salvarme —dirigió su mirada hacia la piscina, con su expresión oscureciéndose—. De alguna manera, tus palabras encendieron una chispa de esperanza dentro de mí. Ahora puedo seguir adelante.
Debía estar refiriéndose al ataque que mató a su esposa embarazada, la Luna de la manada. Pero me preguntaba si esa era toda la hist