Serena
Elías le lanzó una mirada intensa y helada a Carlos. —Suelta su mano.
Carlos le devolvió la mirada con un fuego ardiente en sus ojos. —Estás tocando lo que me pertenece. ¡Suelta su mano!
Ambos se mostraron los colmillos el uno al otro, el aire se volvió denso por la tensión entre los dos Alfas que se enfrentaban. Y yo era el premio. ¿Cómo había llegado a eso? Estaba a punto de intervenir, pero Carlos me ganó.
—¿Por qué la rechazaste en primer lugar? ¿Eso no demuestra que no la quieres? —preguntó, por lo que Elías se puso rígido—. Puedo ver las lágrimas en sus ojos y siento su dolor, pero mientras yo esté aquí, no permitiré que le hagas más daño. No merece estar con un imbécil como tú.
Elías gruñó con furia y se lanzó sobre Carlos, causando que yo tropezara, hasta que Diego me sostuvo por detrás. Mis ojos se abrieron de par en par al ver a Elías transformarse, su camisa se rasgó en pedazos y su cuerpo se cubrió de pelaje negro. Su lobo, Rolf, se irguió como un gigante ante nosotr