La flota arribó al puerto de la Fortaleza de las Sombras Eternas cuando el sol se inclinaba hacia el ocaso. Las murallas negras se alzaban sobre los riscos, cubiertas de enredaderas plateadas que parecían ojos centinela. Kaeli descendió del navío con Flor de Luna en brazos mientras Daryan la cubría con su sombra. Tras ellos, Serenya, Thalen, Selin y el resto de la manada caminaban erguidos, sus huellas marcando la promesa en la piedra volcánica. El silencio reinó un instante, luego los guardianes de la fortaleza emergieron del portón arqueado para recibirlos.
Vesta Sombraeterna se adelantó desde la línea de alabardas, su capa ondeando como un ala de cuervo. Alzó la mano en señal de paz.
—Alfa Daryan, Luna Kaeli —saludó con voz grave y templada—. La Casa de las Sombras os abre su trono de roca. Traed a la guardiana de la semilla ante mi presencia.
Kaeli depositó a Flor de Luna en un cojín de terciopelo negro apoyado en un pilar de obsidiana. La niña sonrió, descubriendo dos enormes ojo