La luna llena coronaba el cielo con un halo de plata intensa. El Corazón del Bosque, liberado de la penumbra, latía bajo el musgo con un pulso tan antiguo que hacían eco en el vientre de Kaeli. Aquella noche, la manada Volkov no cabalgaría: se alzarían en su forma lupina y correrían a la velocidad de sus propias raíces, dejando atrás el peso de los lomos humanos.
Kaeli se apartó de la cicatriz plateada del abedul, apoyando la mano sobre su vientre redondo. Daryan la acompañó, acariciando con ternura la curva sagrada. Frente a ellos, la hilera de lobeznos y aliados aguardaba en completa transformación:
- Serenya-loba, la escarlata de mirada fiera, ya erguida sobre las cuatro patas
- Thalen-lobo, la masa cimarrona de colmillos afilados
- Selin-loba, la sombra plateada que relucía en la penumbra
- Marek-lobo, el aliento frío que dejaba huellas de escarcha
- Luminor-lobo, la figura gris de redención permanente
- Nerissa y Lyara, conjurando un último sello mágico en sus garras