40• La ópera - Parte I.
Mia me miró con una sonrisa satisfecha, como si disfrutara del simple hecho de incomodarme. Su mirada recorrió mi ropa con un descaro que no pude ignorar, evaluándome como si estuviera midiendo algo que yo no alcanzaba a comprender. Me giré hacia Dean, buscando en él una explicación de por qué, exactamente, Mia tenía que acompañarnos.
—¿Por qué irá con nosotros? —pregunté, intentando mantener la calma.
—No tengo que pedirle permiso para hacer lo que quiera —respondió Mia, con una voz dulce pero cargada de veneno—. A diferencia de otras…
Dejé salir un resoplido, pero me obligué a calmarme. No quería darle el gusto de verme alterada. Dean me miró, y por un instante vi una chispa de advertencia en sus ojos.
—Mia, no empieces, por favor —dijo, con voz firme.
—Al menos sigues recordando mi nombre —replicó ella, con una sonrisa burlona—. Ya no te dejan espacio para nadie más, debes estar muy ocupado.
Entonces me agarró un mechón de cabello, como si fuera un juego, pero lo hizo con una inten