Capítulo 56. Paranoia
Entré a la mansión, sintiendo el silencio pesado del lugar. Me obligué a poner la cara de heredera cansada. Solo vi a una empleada que entraba a la cocina; no estaba mi tía, ni Alejandro, ni nadie conocido en la sala.
Subí las escaleras raudamente, casi veloz. Realmente no quería hablar con nadie. Estaba exhausta.
Al entrar a mi habitación, me lancé en la cama. Mi plan era sumergirme en el edredón y no salir.
Pero algo me hizo saltar. Para mi sorpresa, Alejandro estaba allí. Estaba sentado en el sofá de la esquina, esperándome. Me levanté corriendo. Fui a la puerta y le puse el seguro.
—¡¿Estás loco?! —susurré, con el corazón latiéndome a mil—. ¡Mi tía nos puede descubrir!
Alejandro se levantó, su expresión era una mezcla de alivio y tensión.
—No. Eva salió hace horas. Posiblemente llegue más tarde, o no llegue a casa.
—¿Y tú qué sabes? —lo interrogué, incrédula.
—¿Como si no conocieras a Eva? Ella no se va a perder de su estadía en Dallas para socializar con amigos.
Él me ignoró. Se