Capítulo 41. Mi Propia Rebeldía
El coche seguía en movimiento. El silencio se había roto con nuestra pelea, pero el ambiente era pesado. Alejandro, con su cara de pocos amigos, condujo un rato. Yo estaba demasiado molesta para mirar el paisaje.
De repente, se desvió a un camino apartado, un sitio oscuro donde casi no pasaban coches. Paró el motor rápidamente.
—¿Qué haces? —pregunté, sintiendo que el pánico me subía a la garganta.
Él no contestó. Se inclinó sobre la consola. Me agarró por el cuello con suavidad, con esa posesión silenciosa que siempre usaba, y acercó su cara a la mía. Su intención era clara.
Empezó a besarme el cuello con una urgencia que no me dio tiempo a reaccionar. Su lengua se sintió fría y rápida. Me estaba tocando el muslo con la otra mano. Cuando fue a subir a mi boca, lo paré en seco. Puse mis manos en su pecho y lo empujé.
—¡Para! —Mi voz salió más fuerte de lo que esperaba.
Se quedó quieto, sorprendido. Su respiración era agitada.
—¿Qué pasa, Valeria? —preguntó, con el tono ronco que indic