Capítulo 24. El pacto de la madrugada
Llevaba horas dando vueltas en la cama, con el corazón martilleando contra mis costillas. El silencio de la casa era opresivo, y cada crujido de la madera sonaba como un paso.
Las palabras de Fabio seguían taladrándome la cabeza, mezcladas con el escalofriante mensaje de texto. El miedo era una criatura fría en el estómago que me impedía conciliar el sueño. Había un secreto en el aire, y Fabio lo había olido.
No pude más. El terror me empujaba, pero una necesidad más fuerte, una urgencia que no podía ignorar, me hizo levantar. Necesitaba verlo. Necesitaba que me dijera que todo iba a estar bien, o que al menos estuviera conmigo para enfrentar el peligro.
Caminé de puntillas, con el corazón golpeando tan fuerte que temía despertar a alguien. Cada puerta cerrada que pasaba me parecía una amenaza. El pasillo se sentía más largo que nunca, una pasarela en la que el mundo entero me miraba.
Cuando llegué a la puerta de Alejandro, vi una rendija de luz. Dudé un segundo, pero luego me atreví