187. El reconocimiento
—Te reconocemos —dijo el padre con semblante serio—. Tú fuiste el que le robó un beso a Ha-na y luego se la llevó del salón de bodas. Luego se fueron a otra ciudad. Dime, Heinz… ¿Lo hiciste para cuidar y ayudar a Ha-na, cierto?
—Sí, señor. En ese momento, ella necesitaba estar tranquila y tomarse un nuevo aire —dijo él, con sinceridad—. Siempre fue mi intención ayudarte en el proceso. —Vio a Ha-na con dulzura.
El señor Harada se puso de pie e hizo una reverencia.
—Por eso te lo agradezco —dijo él—. Pero, no confío en los hombres, luego de lo que hizo aquel que dejó plantada a Ha-na, estando con otra.
—Señor, para mí solo existes Ha-na. Esperé muchos años para estar con ella —respondió Heinz—. Créame… Nunca lastimaría a Ha-na, ni un solo cabello, ni un solo pétalo, porque ella es mi hermosa flor.
Heinz se levantó y le entregó una rosa roja a Ha-na y en la oreja le puso otra. Retrocedió con tranquilidad.
—¿Te gusta mi hija?
—Sí, me gusta.
—¿La vas a cuidar?
—Lo haré, señor.
—Ustedes ya