161. Los traidores
Edward vio como Ha-na se alejaba. Suspiró con cansancio. Volvió al auto, donde lo esperaba Kate. Estaban escasos de dinero y Kate era la que había aconsejado acudir a ella para sacarle algo de plata.
—Ella se muestra algo precavida —dijo Edward con semblante serio—. ¿Crees que si ceda?
—Por supuesto —contestó Kate con seguridad—. No conoces el corazón de una mujer. Aunque sea China, ella estaba enamorada de ti. Se hace la difícil. Pero eventualmente, lo hará. No ha pasado mucho. Nadie deja de amar en tan poco tiempo.
—Eso suena razonable —contestó Edward—. ¿Y ahora qué hacemos?
Edward observar el retrovisor del auto mientras Ha-na desaparecía entre las calles, dejando tras de sí un vacío de posibilidades que Kate, sentada en el asiento del copiloto, no dejaba de considerar. Su rostro lucía tranquilo, casi calculador, mientras jugaba con un mechón de cabello entre los dedos.
—Tienes que relajarte un poco —dijo Kate, sin apartar la vista del camino—. Si te muestras inseguro, ella lo not