162. El auto
Al día siguiente, con precaución y cautela Ha-na caminaba de vuelta, luego de hacer las compras. Sin embargo, no halló a Edward por ningún lado. Mas, se sentía observada y seguida por un carro.
Al llegar a su casa, miró por la ventana el auto negro. Frunció el ceño. Tenía la certeza de que lo había visto en la noche anterior.
El reloj marcaba las once de la noche cuando Ha-na se levantó de la cama. Su corazón latía con fuerza, y sus pensamientos estaban tan desordenados como las sábanas que había dejado tras de sí. Caminó lentamente hacia la ventana, con los pies descalzos rozando el suelo frío, y apartó con cuidado la cortina.
Allí estaba.
El auto negro permanecía estacionado en el mismo lugar, a unos metros de su casa. Su silueta se dibujaba apenas bajo la luz tenue de un faro cercano. Ha-na frunció el ceño, entre la confusión y el temor. No podía asegurarlo, pero sentía que había visto ese mismo vehículo la noche anterior mientras regresaba de las compras.
Cerró la cortina rápidame