SELENE
El aire frío de la noche envolvía el estacionamiento desierto. Me abracé a mí misma, fingiendo estar vulnerable, como si realmente me sintiera abandonada. En mi mente, todo estaba calculado; Alaric podía creer que se había librado de mí, pero yo no era alguien a quien se pudiera olvidar tan fácilmente.
Un par de faros iluminaron la entrada del estacionamiento, y mi corazón dio un vuelco. Charles. Sabía que vendría. Él no era del tipo que dejaba a una dama sola en la oscuridad. Me aseguré de que mi expresión fuera la correcta: labios fruncidos, mirada perdida en la distancia, los brazos rodeando mi cuerpo como si estuviera indefensa.
—Selina —su voz resonó con preocupación mientras se acercaba—. ¿Qué haces aquí sola?
Suspiré dramáticamente y bajé la mirada, dejando que un temblor recorriera mi voz.
—Alaric me dejó… —hice una pausa, como si estuviera avergonzada—. Se fue y no tengo cómo regresar. Pedí un taxi, pero aún no llega.
Charles frunció el ceño y sacó su teléfono.
—No de