—Elena, ya no te amo… yo te rechazo como mi compañera. Esas fueron las últimas palabras de mi esposo antes de lanzarme a un calabozo. Eligió a Selene, su primer amor, a quien parece nunca pudo olvidar, pero ¿quién soy yo a lado de ella? Ni siquiera puedo darle un heredero. Pero el destino tenía otros planes para mi. Después de su rechazo descubro que estoy embarazada. Sin embargo, el milagro de la vida viene con un precio: el embarazo me deja ciega. A pesar de mi nueva condición, Florezco como una líder formidable, ganándome el respeto y la lealtad de mi nueva familia. Y cuando Alaric viene a mi manada pidiendo ayuda, se contratará con una Elena distinta, la loba que alguna vez fue sumisa y rechazada ha cambiado.Esta es la oportunidad para vengarse del hombre que me humilló y le ocultando un poderoso secreto: el hijo que ambos engendramos.
Leer más—Elena, ya no te amo —expresó sin más.
Mi corazón se partió en dos cuando mi Alfa me empujó al suelo y tomó la mano de otra mujer.
Llevamos tres años casados, tres años desde que él me escogiera, fue un asombro para toda la manada e incluso para mí.
Yo era considerada una mujer débil y frágil debido a la falta de mi lobo interior y el rasgo de mis ojos blancos.
Tuve fiebre durante tres días después de que él me marcó por primera vez, era excesivamente frágil, pero Alfa me rescató y se volvió en contra de los ancianos que se oponían a nuestra relación y me convirtió en su luna.
Estoy profundamente enamorada de él.
Siempre he luchado por poder tener un cachorro con él, sin embargo, es algo que no he podido lograr.
Pero estaba segura que todo estaba bien entre los dos, hasta que ella regresó a nuestras vidas.
¡YA NO TE AMO!
Me escocían los ojos al ver que la mujer a la que Alfa miraba en cariñoso silencio no era yo.
—Pero Alaric, ¿por qué? tú y yo tenemos una conexión especial.
—Te equivocas, nunca te he amado en verdad, fue solo un sentimiento de protección, siempre débil e indefensa, Yo amo a Selene desde que la conocí, supe que ella es mi COMPAÑERA.
Un golpe seco, invisible, retumbó en mi pecho, dejándome sin aliento.
—¡No! ¡No puede ser!
—Necesito un heredero, Elena. Y contigo… eso no será posible.
El peso de la traición empezó a hundirse en mí, como un ancla ardiendo en el pecho, y la primera lágrima rodó por mi mejilla.
Mis rodillas temblaron, pero conseguí ponerme de pie.
Y justo en ese momento, Selene me miró como la luna de esta manada.
Su largo cabello rojo ondeaba con el viento, y sus profundos ojos azules brillaban con triunfo.
Parecía haber salido de un cuento de hadas, toda belleza y confianza, mientras yo me sentía como la página olvidada al final de un viejo libro.
—Elena, es hora de que aceptes esto —dijo Selene, su voz suave y dulce, como miel envenenada.
Levantó la mano que sostenía con Alaric frente a mí y luego entrelazó los dedos.
Esto no era una broma, era la cruda realidad, Alaric se cansó de mi debilidad.
Mi estómago se acalambró y todo mi cuerpo perdió su fuerza cayendo hacia atrás sólo para caer en un firme abrazo.
—Alaric, ¿estás completamente seguro de lo que haces? —le espetó el hombre detrás de mí—. Estás dejando a Elena… por ella.
Por un momento agradecí que Milo estuviera aquí o realmente me habría derrumbado y perdido la decencia que merecía.
Todavía era Luna de la manada Silveria Moon.
Alaric ni siquiera se dignó a responder. Levantó una mano, cortando a Milo en seco, y con un tono cargado de desdén, añadió:
—No tengo que explicarme, Milo. Esta es mi decisión, y ya ha sido tomada.
Milo su fiel consejero y amigo, ¿Ni siquiera él podía detenerlo?
Milo me miró, impotente, pero sus ojos hablaban por él, y pude sentir en ellos un consuelo que me sostenía apenas del borde del abismo.
Le aparté y me mantuve firme.
—Y…¿qué pasará conmigo? —cuestioné y miré a Alaric.
Me esforcé por ver un atisbo de amor en los ojos de Alfa, pero…
—Tendrás que irte.
¿Irme?
Arrugué el ceño y miré a Alfa con todas mis fuerzas, como si le preguntara o hablara conmigo mismo, —¿Adónde quieres que vaya?
¿Olvidó que fue él quien me salvó y me permitió unirme a esta manada y me dio mi hogar?
—En cualquier sitio. Porque no puedes estar en la misma casa que Selene.
Apreté los puños, con las uñas clavadas en la piel, y aunque sangraran no sentiría el dolor porque me dolía más el corazón.
No iba a dejar que Selene me quitara todo, no sin pelear, no sin recordarles a todos quién era la verdadera compañera de Alaric.
Esta era mi casa, la que habíamos construido juntos, y no me iba a marchar solo porque él decidiera abandonarme.
—No me voy a ir, Alaric —declaré, con toda la firmeza que pude encontrar en medio de mi dolor—. Esta es mi casa también. No puedes simplemente deshacerte de mí como si fuera una sombra.
Alaric frunció el ceño, su paciencia agotada.
En sus ojos ya no había rastro del hombre que un día había jurado protegerme. Ahora solo veía una dureza helada, impenetrable, que parecía disfrutar del control que tenía sobre mí.
—Si no vas a obedecer, entonces tendré que actuar. No tengo tiempo para tus… necedades, Elena.
—¿Mis necedades? —Mi voz tembló, a medio camino entre la incredulidad y la rabia—. ¿De verdad es tan sencillo para ti? ¡No soy alguien que puedas arrojar al margen de tu vida como si nunca hubiera significado nada!
Su respuesta fue una orden dirigida a los guardias que aguardaban a la entrada del salón. Antes de que pudiera siquiera protestar, sentí las manos firmes de dos de ellos sujetándome, arrastrándome con fuerza hacia la salida. Me retorcí en sus brazos, luchando con cada gota de energía que me quedaba.
—¡Basta! —gritó Milo y detuvo a los guardias—. Alaric, tú…
—Milo, ¿quieres desobedecer las órdenes de Alfa? —dijo Selene con su voz fantasmal.
Podía sentir el peso de Milo sobre mi brazo.
Alaric nunca hablaba, pero su majestuosidad y opresión eran suficientes para dejarnos sin aliento.
Miré a Milo y le negué con la cabeza, no quería que lo castigaran por mi culpa, ya me había ayudado bastante.
Quiso decir algo más pero acabó por no decir nada, soltó su mano y se dio la vuelta.
Cerré los ojos y me preparé para luchar contra la muerte.
—Yo, Alfa Alaric rechazo a Elene como mi compañera…
El dolor en ese momento fue indescriptible, sentí como si todos los huesos de mi cuerpo crujieran, mareos y vómitos, agonía y miedo, mi mente y mi cuerpo se habían derrumbado por completo al oír aquellas palabras de rechazo.
—¡Alaric! —grité, pero él ya había desviado la mirada.
Podía sentir la silueta de Alfa cada vez más tenue mientras todo a mi alrededor se oscurecía.
El dolor continuaba y por un momento incluso quise morir más, entonces ya no dolería.
Instintivamente ansiaba el olor de mi compañera, pero lo único que me llegaba a los oídos era una orden despiadadamente fría de MI ALFA.
—Llévenla al calabozo.
ELENALa luna brilla con un resplandor casi sagrado sobre la manada reunida. El aire está cargado de emoción, energía y algo más profundo… algo ancestral.Alaric camina hacia el centro del círculo, su silueta poderosa recortada contra la luz plateada que lo envuelve. La luz de la luna lo reclama, lo reconoce.Mi corazón se llena de orgullo.Este es su momento.Este es el destino al que siempre perteneció.Siento un movimiento a mi lado y, cuando giro la cabeza, veo a Chelsy acercándose a mí con una sonrisa sincera. Sus ojos brillan, no sé si por la emoción o por las lágrimas contenidas.Sin dudarlo, la abrazo con fuerza.—Estoy muy contenta de estar aquí… con ustedes —murmura contra mi hombro—. Ha sido un proceso difícil, pero al fin… al fin siento que pertenezco.Me aparto un poco para mirarla.—Eres fuerte, Chelsy. Eres importante. Lo que pasaste no fue fácil, pero saliste adelante.Ella baja la mirada, avergonzada, pero yo la tomo de la mano con firmeza.—Gracias por ser parte de nu
ALARICEl sol aún no ha salido completamente cuando abro los ojos.Lo primero que veo es a ella.Elena duerme a mi lado, con su cabello esparcido sobre la almohada, su respiración tranquila y acompasada. Su piel dorada resplandece con la tenue luz que se filtra por la ventana.Pero lo que realmente captura mi atención es su vientre.Mi mano se desliza lentamente sobre su piel tibia, sintiendo el leve abultamiento que esconde dentro la vida que creamos juntos.Nuestro hijo. Nuestro segundo hijo. Pienso en Igor y en la oportunidad que me perdí de no tener estos momentos con Elena. El peso de esa realidad me golpea con la misma intensidad que la primera vez que lo escuché. Aún me resulta increíble. En medio de tantas guerras, traiciones y muerte, la vida encontró su camino hacia nosotros.Me inclino sobre ella y dejo un beso en su frente, luego en su nariz, y finalmente en sus labios.—Te amo, Elena —susurro contra su piel.Ella se remueve un poco y, con una sonrisa somnolienta, entreab
ELENALa habitación es silenciosa, solo interrumpida por la respiración pausada de Chelsy mientras duerme en la cama. El aire es pesado, cargado de duelo y cansancio. Igor está sentado en una silla junto a ella, la mirada perdida en el suelo. Yo estoy apoyada contra la pared, observándolos en la penumbra.La guerra ha terminado. Pero el dolor sigue aquí.De pronto, Chelsy se estremece. Su cuerpo se tensa y, en un segundo, despierta con un grito desgarrador.—¡No! ¡Chloe!Igor salta de su asiento y, sin dudarlo, la envuelve en sus brazos.—Shh… tranquila… estoy aquí —susurra, pero su voz tiembla.Las lágrimas ruedan por su rostro mientras la sostiene con fuerza, como si quisiera absorber su dolor, como si pudiera devolverle lo que ha perdido.Pero Chelsy se aparta bruscamente.—No quiero verte.El aire se congela.Igor la mira, confundido, con el corazón roto reflejado en sus ojos.—Chelsy…—¡Vete! —grita, su voz rasgada por la angustia—. ¡No quiero verte!Veo cómo algo se rompe dentro
ELENA Es extraño estar aquí después de todo lo que ha pasado, pero en este momento, con Alaric a mi lado, por primera vez en mucho tiempo, siento paz. Sus dedos recorren mi mejilla con ternura, delineando la curva de mi rostro como si intentara memorizar cada detalle. —No sabes cuánto agradezco que estés de regreso —murmura, su voz ronca de emoción. Levanto mi mano y la coloco sobre la suya, cerrando los ojos un segundo para saborear su cercanía. —Yo también, Alaric —susurro—. No sabes lo que sentí cuando creí que nunca volvería a verte. —No lo vuelvas a decir —gruñe, inclinando su frente contra la mía—. No me importa lo que pase, lo que tengamos que enfrentar… Te prometo, Elena, que voy a recuperar nuestras tierras. Sus palabras son un juramento sagrado. Y le creo. Alaric nunca ha sido hombre de promesas vacías. Abro la boca para responder, pero un carraspeo nos interrumpe. Nos giramos y vemos a mi madre de pie en la entrada de la habitación, con una sonrisa divertida en lo
IGOREl dolor es insoportable.Lo siento en cada fibra de mi cuerpo, quemándome como brasas ardientes.Las cadenas de plata muerden mi piel, cada eslabón se clava en mi carne como garras de hierro. No puedo moverme sin que el dolor se multiplique.Pero no cierro los ojos. No puedo.Porque la batalla ruge a mi alrededor.Lobos contra cazadores. Mis padres están luchando contra dos monstruos. Y mientras todo esto sucede, ella está frente a mí.Chloe.Con el rostro inexpresivo, fría como la noche. Pero sus ojos… sus ojos están llenos de odio.—¿Por qué lo hiciste? —mi voz suena rasposa, llena de furia y dolor.Chloe ladea la cabeza con una sonrisa burlona.—¿Por qué lo hice? —repite, como si realmente lo estuviera considerando. —No, Igor. La pregunta es… ¿por qué lo hiciste tú? Tú elegiste a Chelsy.—¿Eso es lo que te molesta? —le gruño.—Toda mi vida he sido la sombra de mi hermana. Mi abuelo la eligió, el destino la eligió, tú la elegiste.—¡No es una competencia!—Para mí siempre lo
IGOREl crujido del techo me estremeció hasta los huesos. La cueva se sacudió como si estuviera a punto de tragarnos vivos.Sin pensarlo, me arrojé sobre Chelsy, protegiéndola con mi cuerpo.—¡No te muevas! —le ordené, sintiendo el polvo y los escombros caer a nuestro alrededor. Ella temblaba. Podía escuchar su respiración entrecortada, sus latidos desbocados.—Igor… —Su voz era apenas un susurro, cargado de dolor.La miré, su rostro estaba surcado de lágrimas.—Lo siento… —dijo con un hilo de voz.Supe de inmediato de qué hablaba. Ella nos había traicionado. Nos vendió a Charles. Nos puso en esta trampa.Y, aun así, la estaba protegiendo.—No lo entiendo… No sé cómo fui capaz de contarle la verdad. —Su voz tembló.Por un instante, quise gritarle, exigirle respuestas. Pero sus ojos… su maldita mirada de angustia y arrepentimiento me detuvo.—No fue tu culpa, ¿cierto? —dije en voz baja.—¡Claro que fue su culpa! —Selene escupió las palabras con furia.Me giré hacia ella. Sus muñecas es
Último capítulo