Para colmo, la mujer ni siquiera se disculpó. Se limitó a esbozar una sonrisa burlona, con un gesto de desdén en los labios.
A Carmen Soto le bastaba pensar en el proyecto que llevaba en la memoria USB para que una oleada de satisfacción la invadiera.
Estaba a punto de quedarse con ese contrato, de desplazar a Sofía Vargas. ¿Qué podía inquietarla?
Dentro de la empresa, podría hacer prácticamente lo que quisiera.
Siendo sinceros, si conseguía ese proyecto, se convertiría en una pieza clave para Inmobiliaria Panorama.
Así que, ¿qué más daba chocar con Sofía Vargas? No era nadie importante.
¿Y qué si no se disculpaba?
—¡Qué tipa! —exclamó Elena, indignada—. ¡Te choca y ni siquiera pide perdón! ¡Es el colmo!
—¡No! Voy a buscarla para ponerla en su lugar. ¡Carmen es una grosera!
Elena, furiosa, se arremangó las mangas, lista para ir a confrontar a Carmen.
Sofía la detuvo justo a tiempo, negando con la cabeza.
—Tranquila, Elena. No vale la pena por gente así. Además, tenemos la reunión para