Eso bastó para que a Daniel se le disiparan las ganas de insistir en que Laura se quedara. Incluso sintió una inesperada oleada de entusiasmo al pensar que, después de todo, ella sí estaba considerando un futuro juntos.
—Es cierto. Ve a hacer lo tuyo. Yo ya casi me voy a la oficina también.
Sin esperar un segundo más, ella se dio la vuelta y se fue casi a la carrera, sin la menor sombra de duda.
Él, ajeno a la verdadera razón de su prisa, se quedó reflexionando sobre lo que pasó, con compasión y orgullo: «Pobre, apenas está empezando con su taller, debe tener mucho que hacer y no ha de ganar mucho. En fin…».
Lo que él no sabía era que la realidad distaba mucho de sus suposiciones. Ella había viajado a varias ciudades, financiando todo con el dinero que él mismo le había dado. En aquel entonces, su estudio ni siquiera existía; solo había decidido tomarse un tiempo para viajar. Que al volver terminara abriendo un negocio fue algo que ni ella misma había previsto.
Sin embargo, en ese mome