—Además, ahora tengo a alguien que quiero proteger.
Mientras Daniel decía esto, en su mente apareció la imagen encantadora de Laura.
Pero su padre, convencido de que se refería a Sofía, cambió de actitud.
—¿Todavía piensas en Sofía? —su voz se elevó de golpe—. Ya te lo he dicho mil veces: ustedes no están al mismo nivel, no son compatibles.
—Papá, no es…
Intentó aclarar la situación, pero no le dio la más mínima oportunidad de hacerlo. Absorto en sus propias conclusiones, dijo:
—Ella acaba de firmar un contrato con Altamira Desarrollos y tiene el respaldo de proyectos internacionales. Ser una de las herederas de la familia Vargas es lo de menos en su currículum.
Las palabras de su padre golpearon a Daniel con la fuerza de una revelación. Le hicieron ver la verdadera magnitud de la distancia que lo separaba de Sofía. No era una simple brecha; era un abismo.
—Papá, ¿en serio… en serio es tan impresionante?
En su memoria, ella seguía siendo la mujer dulce y hogareña que se desvivía por at