Las palabras de Valeria desconcertaron a Lorena. No esperaba tal franqueza de su hija, una honestidad tan tajante y sin adornos que parecía revelar que había venido con un único propósito en mente.
Incluso a Valeria le agradaba disfrutar de aquella atmósfera tranquila, pero sabía que la calma no duraría mucho. Al ver a su madre, su semblante se alteró ligeramente mientras se aclaraba la garganta, preparándose para lo que iba a decir.
—Mamá, sobre el asunto de Sofía y yo… te pido que ya no te involucres tanto. Es algo entre nosotras, y nosotras mismas lo resolveremos. Si me presionas ahora, no sabría qué responderte.
Lorena reflexionó por un segundo; su hija tenía razón. A fin de cuentas, casi nunca la habían decepcionado. Con el tiempo, había llegado a conocer el carácter de ambas a la perfección y sabía que no hablaba en vano. Decidió que lo mejor era darles el espacio que necesitaban para que gestionaran la situación por sí mismas. De esa forma, todo sería más sencillo.
Cuando estaba