En un principio, Lorena no estaba de acuerdo. Estaba a punto de rechazar la oferta con un gesto igual que antes.
Pero, un segundo después, todo se volvió negro y perdió el conocimiento. Su cuerpo se desplomó en la silla, con la boca ligeramente abierta.
La escena aterró al asistente.
—¡Jefa! ¿Qué le pasa? —gritó, alarmado—. Por favor, ¡reaccione! ¡Diga algo!
Se apresuró a revisar a Lorena. Fue entonces cuando confirmó que no estaba consciente ni reaccionaba, como si la vida la hubiera abandonado.
El asistente, creyendo que Sofía todavía estaba en la puerta, gritó desesperado en esa dirección:
—¡Señorita! ¡Venga rápido, por favor! ¡La directora se desmayó!
Sin embargo, esperó unos segundos y no hubo respuesta del exterior. Sintió que algo estaba mal.
Algo no cuadraba. Había gritado tan fuerte que era imposible que ella no lo hubiera oído. De haber sido así, habría entrado.
Después de acomodar a la directora lo mejor que pudo en la silla, llamó a los otros altos ejecutivos.
Cuando llegar