«Ay, no, que no se le ocurra aventar mi celular. ¡Por favor, que no lo vaya a romper! Apenas tiene unos meses, lo cuido más que a nada».
—Señorita Valeria, por favor, no se enoje tanto. Si quiere, yo puedo salir a hablar con la señorita Sofía.
—No hace falta. Yo hablo con ella.
Dicho esto, salió de la habitación con el resonar de sus tacones.
No quería quedarse en el cuarto del hospital porque temía que la discusión pudiera molestar a su madre y afectar su descanso.
Había que admitir que, aunque su relación con Sofía era terrible, su devoción por Lorena era genuina y se podía considerar una hija muy atenta.
Aunque Carlos estaba preocupado por su celular, ella era, en cierto modo, su jefa.
«Si mi jefa me pide el celular, ¿cómo le voy a decir que no?»
Al pensar en eso, le dieron ganas de llorar de la frustración, pero no podía hacer nada al respecto. Solo le quedaba rezar para que la conversación entre las hermanas fuera civilizada y que trataran su celular con cuidado.
Al salir, deslizó