Una princesa capaz de detener a un lobo.
ENZO
El aire aún me ardía en los pulmones cuando crucé la puerta de la oficina. Gael me observó con los ojos afilados, como un halcón que quiere saltar encima de ti. Raid, en cambio, solo inclinó la cabeza, esperando órdenes.
No miré a ninguno.
“Sangre guardada, sangre reclamada,
la promesa despierta,
y no hay hombre que pueda negarla.”
Las palabras de Adriano seguían retumbando en mi cabeza. No eran simples versos. Eran una maldita cadena. Y yo lo sabía.
Caminé hacia la calle con calma, aunque por dentro llevaba un incendio. No era odio. No, jamás odiaría al Cuervo. Nos entrenaron juntos, sangramos en la misma tierra, matamos bajo el mismo techo. Si él era un monstruo, yo también lo era.
Éramos lo último que quedaba de aquel infierno.
Y ahora… teníamos a Dalia en medio.
Me subí al coche, prendí un cigarro y exhalé el humo con un suspiro. Raid se acomodó en el asiento de al lado, esperando como un perro leal.
—Señor… —dijo con voz baja—. ¿Qué hacemos con Blackstone?
Me reí apenas, ama