JACKELINE
Estaba medio dormida cuando sentí el celular de Alessandro vibrar.
Lo vi escribir algo, luego vibró nuevamente, lo sentí moverse con cuidado y levantarse, tratando de no despertarme.
Aun con los ojos entrecerrados, murmuré:
—¿Vas a algún lado?
—Debo salir, amor, pero no tardaré —respondió en voz baja.
—Está bien… —dije haciendo que volvía a dormir, pero el maldito sexto sentido que tenemos las mujeres empezó a retumbarme en el pecho.
Algo no estaba bien.
Apenas escuché cerrarse la puerta, me levanté de un salto.
Me puse un buzo y una sudadera, recogí el cabello y bajé despacio las escaleras.
Me encontré con Dalia, que salía de la cocina.
—¿Dónde vas? —preguntó con curiosidad.
—Necesito el auto del tío, ¿Me lo prestas?
—Sácalo, las llaves están en el garaje… pero, ¿para dónde vas?
—Necesito confirmar algo.
— Ve con cuidado.
— Sí, no te preocupes.
Bajé corriendo antes de que Alessandro se me escapara.
Lo vi salir del portón, subir a su auto… y yo tomé el de Dalia, siguiéndolo