Helado a escondidas

DALIA

Jacke llegaba en brazos de Alessandro como un pequeño koala.

Yo me quedé en medio del pasillo, alzando una ceja.

—¿Y ustedes…?

Alessandro solo respondió con su típica seriedad tranquila:

—Mejor no preguntes.

Jacke, sin bajarse de sus brazos, se enderezó un poco y me extendió una bolsa con algo dentro.

—¿Y esto qué es? —pregunté, curiosa.

—Helado de lúcuma. De la tienda Cartedore.

Sonreí al instante.

—¡Mi favorito! —reí mientras los veía subir por la escalera.

Las piernas de Jacke rodeaban las caderas de Alessandro y sus brazos estaban enredados en su cuello, hundida en él como un verdadero koala pegajoso.

“Definitivamente pasó algo”, pensé.

Sentí unos brazos rodearme por detrás.

Era Adriano, que ronroneó en mi cuello.

—¿Qué fue eso? —murmuró divertido.

—Alessandro y Jacke… algo pasó —le respondí sin apartar la mirada de ellos—, pero lo averiguaré mañana. Lo importante es que me trajeron helado. Mira.

Me giré sonriendo. Adoraba ese helado.

Tomé la mano de Adriano y corrimos a la
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