El Brazalete.
Desperté con un golpe lento de mi corazón, un ritmo que no coincidía con la calma de la habitación. La luz de la mañana se filtraba a través de las persianas, haciendo que todo pareciera demasiado real y, al mismo tiempo, frágil, como si pudiera desvanecerse en cualquier instante.
Caelan estaba a mi lado, todavía dormido, respirando profundo y acompasado. Yo no podía decidir si sentir alivio o miedo.
La noche anterior aún ardía en mi memoria: el ascensor, la voz distorsionada, el papel pegado en el espejo con mi propia caligrafía, o algo que se le parecía demasiado. Todo había sido real, pero también como un sueño del que no sabía si quería despertar.
Mi mano se movió por instinto, rozando su hombro. Sentí un calor que me hizo estremecer. La proximidad física me calmaba y, al mismo tiempo, despertaba mis paranoias. ¿Qué pasaría si alguien entraba mientras dormíamos? ¿Si lo que ocurrió anoche no había terminado?
—¿Estás despierta? —susurró Caelan, abriendo los ojos lentamente, todavía