Quédate.
Las palabras flotan frente a mí como si no pertenecieran a este mundo. Como si yo misma ya no perteneciera a este cuerpo que tiembla, que se derrite lentamente sobre el frío suelo del baño.
"No era él."
El papel amarillo está pegado torcido en el espejo. Mis dedos tiemblan, queriendo tocarlo, pero sabiendo que si lo hago, el mundo entero podría estallar.
Mis piernas se niegan a sostenerme, no siento mis pies sobre el piso. Solo el mensaje, clavado en mi cerebro, y la sensación de que todo está mal, de que cada sombra que se mueve frente a mí es una amenaza.
Intento respirar. El aire me quema los pulmones, pero no puedo parar. Cada inhalación trae recuerdos borrosos de la noche pasada, del ascensor, de la voz distorsionada.
La sensación de que alguien había estado cerca, demasiado cerca, sigue pegada a mi nuca como un aliento helado. Cada músculo de mi cuerpo se tensa como si supiera que no estoy segura ni de mí misma.
Y entonces empiezan los golpes en la puerta.
Al principio los ignor