El sonido del reloj parecía amplificar cada segundo que pasaba en mi oficina. Noah estaba sentado en su pequeño escritorio, concentrado en dibujar planos improvisados con sus lápices de colores, mientras yo revisaba los últimos correos del proyecto Ravenshire.La luz del sol atravesaba los ventanales, tiñendo todo de un resplandor cálido, casi anaranjado. El color que él amaba.Por unos instantes, parecía que todo estaba bajo control, hasta que el clic de la puerta me devolvió a la realidad.—Ahora no, Sarah —dije sin levantar la vista, suponiendo que era una arquitecta nueva que me había perseguido durante toda la mañana—. Si nadie está muriendo, puede esperar.El silencio que siguió fue distinto, pesado.Levanté la mirada, y lo vi: Caelan.De pie frente a mí, sin aviso, sin razón aparente, como si el destino hubiera decidido burlarse una vez más.Su postura seguía siendo imponente, su traje perfectamente medido, su mirada firme, pero había algo roto en sus ojos. Algo que me buscaba
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